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#20 | DICIEMBRE 2020 | Sumario
Lecturas y Escrituras
Lo múltiple de Otro tiempo
Florencia Dassen

Hace mucho tiempo, años, quedé capturada por una expresión en los textos de Lacan: en suspenso, en suspens en francés, y sus variaciones: suspendido, materia en suspensión, punto en suspensión, puntos suspensivos. Hoy tengo tiempo para desempolvar mis papeles, y volver a ellos con la convicción de que allí hay algo que pone en conexión la sustancia del goce, lo real, o un índice de real, y una forma de tiempo. ¿Atemporal? ¿Intemporal? ¿Tiempo en suspenso, a la espera de qué? ¿Cómo puede entrar lo atemporal en lo temporal? La experiencia analítica está atravesada de principio a fin, por la alteridad del tiempo: el tiempo de la interpretación, el del corte, el de la escucha, el del recorte del objeto y su escritura, el del cuerpo y sus resonancias, el del duelo, el de la urgencia, el de la sorpresa, el del fantasma y su inercia, el del síntoma y su repetición, el del comienzo, el del final, el del pase, etc. La bibliografía analítica permite constatar que la noción de tiempo tiene afinidad con la noción de lo abierto: siempre podemos agregar una noción más, que acoge lo múltiple del goce y sus acontecimientos. No hay tiempo sin acontecimiento. Pero los distintos acontecimientos, crean tiempos distintos.

Che vuoi?

“¿Adónde quería llegar?” Esta es la pregunta que le llega a Lacan como efecto de la primera clase de su Seminario, enero de 1971. Planteo que califica de prematuro, y dice que por lo que presentó en esa clase, más bien la pregunta, necesaria, es: “¿De dónde parto o incluso de dónde quiero hacerlos partir?” Así los invita al viaje de lo que se abre con ese Seminario: partir con él, que de algún modo es también largarse de donde están…

“Este a dónde quiero llegar es en todo caso muy ejemplar de lo que presento del deseo del Otro. Che vuoi? ¿Kekiere? Evidentemente cuando se lo puede responder de inmediato, uno está mucho más a gusto. Esta es una oportunidad para destacar el factor de inercia que constituye este Che vuoi? Por lo menos cuando uno puede respondérselo. Por eso justamente en el análisis nos esforzamos por dejar esta pregunta en suspenso”.[1]

Dejar en suspenso la pregunta de qué soy para el Otro, es un modo de tratar la inercia de la inmediatez de la respuesta, la del fantasma,–que da sentido al enigma del deseo del Otro– y hacer lugar a otro tiempo, que participa del suspens. Es el tiempo del enigma, y por qué no, el del oráculo que conviene al viaje que es un análisis.

Oráculo

La experiencia analítica preserva la enunciación del oráculo. El dicho oracular no revela, ni oculta, hace signo. Y el signo cabalga entre el significante y el goce. Hay allí un esfuerzo de poesía. El oráculo como modo de decir, no da explicaciones. Explicar es desplegar y el oráculo es algo plegado.[2] Allí está lo más propio del nivel de la interpretación, el tiempo de las consecuencias, sólo después sabremos si dio en el blanco. La potencia oracular invita a que quede en suspenso lo que del enigma debe ser leído, adivinado … aquello por lo que el analizante se interroga. “Asimilar la interpretación a un oráculo quiere decir que hay una carga fundamental de la interpretación que le retorna al analizante”.[3] La potencia oracular de la interpretación, necesita de los dones adivinatorios del analizante para ser eficaz. “Al final sabremos qué es la poudre blanche”. Así el analista se dirijió al comienzo del análisis, a su analizante en respuesta a un sueño. Hizo falta llegar a la zona del final para que se develara el nudo de goce en juego en la poudre blanche. Hace su aparición el tiempo como recuerdo y sorpresa: “La poudre blanche. De chica adoraba acompañar a mi madre en uno de sus quehaceres favoritos. Después de las lluvias salíamos al jardín. Ella muy delicadamente con un pequeño salerito y con una minúscula cuchara de plata, esparcía sal sobre las babosas. Las mirábamos deshacerse bajo los efectos del polvo blanco. Este recuerdo me hizo percibir por primera vez con una emoción entusiasta que el final estaba llegando, el analista oracular, a pesar de mi descreimiento había dicho …” [4]

La carta robada y su en souffrance

Esta expresión, en souffrance, pasó a la lengua castellana entre los analistas, nadie preguntaría qué quiere decir, huella indeleble de la lectura de Lacan del cuento de Poe. La carta /letra también se puede decir, en suspenso, a la espera de llegar a destino. Pero vale la pena diferenciar los matices de en suspens y en souffrance.

Conversando sobre estos matices con Laura Petrosino, me recordó que en souffrance, es una expresión que se usa en el correo para decir que una carta o paquete está a la espera de ser entregado. Lacan hace referencia a esto diciendo que es un “vocabulario postal”. “Así nos vemos confirmados en nuestro rodeo por el objeto mismo que nos lleva a él: pues lo que nos ocupa es claramente la carta desviada o distraída, […] aquella cuyo trayecto ha sido prolongado […] o esa carta retardada en el correo que el vocabulario postal francés llama “carta en sufrimiento” ( lettre en souffrance).[5] Es una expresión que se usa en general con objetos, valijas, que fueron dejadas en souffrance, es decir, a la espera de ser retiradas. Lacan termina su escrito con la famosa frase: “lo que quiere decir ´la carta robada´ incluso en souffrance es que una carta llega siempre a destino”.[6] Unas páginas antes alude a todas las “cartas robadas” de las que los analistas nos hacemos emisarios, por algún tiempo, en souffrance en la transferencia.[7] Hay una carta/letra que está a la vista, y es padecida por cada uno, y sin embargo hay un trayecto que debe recorrer, que sólo llega a destino, –no es mensaje a ser leído–, si el enigma del goce queda tocado, y el agujero en el sentido alcanzado. ¿Qué hay en suspenso? Simplemente goce. La letra en el tiempo, como supo llamarla Eric Laurent, que hace objeto a y agujero.[8] Imposible no recordar la mochila de Ram Mandil, llena del peso de la exigencia pulsional de la demanda del Otro, siempre a la espera de responderla, y a la vez su propia jaula, el escondite, allí ¡bien a la vista! El analista, con una lección clínica formidable, en presencia, toca el cuerpo que se goza, el goce del clandestino … señala la mochila y exclama: “He aquí la mochila del clandestino, siempre pesada…” “El efecto de sorpresa de la intervención me hace desviar de todo aquello que había pensado decir en la sesión”.

Ese desvío, entre muchos otros, lo llevará a los efectos de resonancia con el saco escrotal … dimensión fundamental de su existencia, vacío que debió ser llenado por una operación médica en el cuerpo, y la operación del analista, otra cirujía, debió vaciar el “sac a dos” (mochila en francés) que estaba lleno. La sustancia de goce que condensaba el clandestino, sólo se vacía a partir de la interpretación acontecimiento que irrumpe en la sesión, hace sonar otra cosa que el sentido, y evoca el goce, del que aún el analizante estaba suspendido.

Luego, el tiempo del pase, otro desvío: “Hacer las letras (les lettres, letras/cartas) llegar a su destino”.[9]

Materia en suspensión

Esta expresión, en suspensión, es una de las acepciones que da el diccionario sobre en suspens. Una cuestión química: “Dejamos caer una gota del cuerpo cuya densidad obtenemos en una mezcla de agua-alcohol en proporciones tales que la gota permanece en suspenso”.[10]

¿Qué hace falta para que la gota que no se desprende –del cuerpo– caiga?

Lacan habla de una ruptura fundamental en el paso por un análisis.

En otra vuelta en torno a la letra y la escritura del goce, dice Lacan en “Lituraterre”, “[…] es justamente a las nubes adonde Aristófanes me llama para descubrir lo que ocurre con el significante, es decir, el semblante por excelencia, si es por su ruptura que de ellas llueve este efecto cuando se precipita lo que era allí materia en suspensión”.[11]

Muchas veces volví sobre este párrafo, ya que era algo que podía transmitir por mi experiencia de análisis.[12] Una interpretación inolvidable del analista, irrumpe como un relámpago en la dimensión del semblante, el velo con el que se revestía un real, guardaba en reserva aquello de lo que no quería hablar, lo que aún pesaba con horror… materia en suspensión. Ruptura de la nebulosa neurótica, ruptura que disuelve la forma, lo bello. Una vez tocado eso, lo que era materia en suspensión, cae, hay un precipitado de goce, surcos que se escriben, erosión del significante, efecto de escritura en el cuerpo, cesa cierto embaucamiento en las imágenes, se perfora lo representable… Se abre un nuevo tiempo, ya no a la espera de, sino un tiempo real, que se deja orientar por el síntoma y lo imposible de la relación sexual. Allí no hay suspensión, en tal caso, hay puntos suspensivos… lo que escribe la repetición del síntoma, lo que no cesa de insistir, puntos de interrogación en la no relación.[13]

La imagen que hoy nos falta [14]

Este es el título de un libro muy peculiar de Pascal Quignard. Allí se propone mostrar a su audiencia que en toda imagen hay una imagen que falta, y esto quedará articulado a lo que queda en suspens, en una versión singular. Para esto ahonda en un puzzle de pinturas antiguas, Medea antes de sacrificar a sus hijos, Aquiles, antes de matar a Troilo, pinturas en las que aún ignoramos la acción que ha de ocurrir. Dice así: “Me gustaría hacerles tocar con el dedo, solo una vez, la imagen particular que falta en una imagen. ¿Cuándo ve el hombre, lo que no está presente?”

Cito fragmentos del análisis que hace de Medea meditando, de la casa de los Dioscuros.

“Carece todavía de intención. Vacila. Quiere a sus hijos. Odia a su esposo… Está dividida: medita. Está desgarrada: medita. Medea está por entero a la escucha de su cuerpo dentro del cual las fuerzas, las diferentes pulsiones, luchan entre sí. En el mundo antiguo se imagina como un debate de voces que tiene lugar dentro del cuerpo. Casi en el centro del fresco, los dos niños. Mermeros y Feres, juegan a las tabas, huesecillos, en que están a punto de convertirse.

Por supuesto repentinamente los va a matar, pero no la vemos matar. La pintura antigua nunca muestra la anécdota. No asiste al gesto cruel.

Falta la escena.

Ella es como la tormenta. Es como la tormenta en el momento en que se acumula la nube en el cielo, antes de que sepamos si pasa de largo o revienta. Antes de la tormenta, de repente, hay una especie de tregua. Así como la pintura antigua nunca ilustra la acción que evoca, representa el momento que precede.

En los tres frescos antiguos que se han conservado de su ´meditación´, Medea es exactamente el tiempo suspendido antes de la tormenta (el silencio, la inmovilidad, la gravedad y la amplitud antes de que la tormenta atruene, ilumine, estalle, desvaste el lugar).

Falta la imagen. La historia no ha sido representada. Pero ahí esta el signo”.[15]

Y agrega: ¨En francés, la palabra ¨suspens¨ indica admirablemente la retracción sobre las patas traseras de los felinos antes del salto delante”.[16]

Miller lo dice así: “Con el suspense estamos clavados (on est rivé) [...] Estamos clavados, es decir esperamos, esperamos a que algo suceda (que ça arrive)”.[17]

Para concluir

Extraña tensión temporal introduce lo que está en suspenso, abre al enigma, hace signo, evoca el goce, hace presente lo ausente, el agujero, y lo forcluido también.

Lo que está en suspenso, llama a ser interpretado, leído, perturbado.

Las últimas palabras de mi analista, antes de la despedida, fueron algo así:

“Hay un no cesa que el que estés más que bien, no colma. Queda ese resto que pregunta ¿Qué me quieres? Es como decía Bernard-Henry Lévy, ´un sujet prise au réel´ (un sujeto capturado por un real) algo así”. París, abril 2014.

Florencia Dassen, noviembre 2020

NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 23.
  2. Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, p. 23.
  3. Miller, J.-A., La fuga del sentido, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.234.
  4. Rabinovich, D., “Primer testimonio”, Revista Lacaniana Nº 18, Grama, Buenos Aires, 2015, pp. 93-96.
  5. Lacan, J., “El seminario sobre la carta robada”, Escritos 1, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1988, p. 23.
  6. Ibid, p. 35.
  7. Ibid, p. 30.
  8. Laurent, E., “La carta robada y el vuelo sobre la letra”,en Síntoma y nominación, Colección Diva, Buenos Aires, 2002, p. 145.
  9. Mandil, R., “Conjunto vacío”, en Revista Lacaniana Nº 15, Grama, Buenos Aires, 2013, pp. 89-93.
  10. En suspens, en Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales. www.cnrtl.fr
  11. Lacan, J., “Lituratierra”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.25.
  12. Dassen, F., “El sin límite femenino”, “Feminidad y fin de análisis”, Elucidación de la práctica analítica, Grama, Buenos Aires, 2009, p.71. También en Naparstek, F., El fantasma aún, Grama, Buenos Aires, 2018, pp. 107-126.
  13. Lacan, J., Seminario 22, RSI, clase del 21 de enero de 1975, inédito.
  14. Quignard, P., La imagen que hoy nos falta, Cuatro ediciones, Madrid, 2016.
  15. Ibid, pp. 31-38.
  16. Ibid, p. 54
  17. Miller, J.-A., Entonces ¨Ssssh…¨, Minilibros Eolia Barcelona-Buenos Aires, 1996, p.38. Agradezco a Gabriela Rodríguez que me haya recordado este texto de Miller, La apología de la sorpresa.