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#20 | DICIEMBRE 2020 | Sumario
Lecturas y Escrituras
Efectos
Aníbal Leserre

La propuesta de cómo pensar el tiempo en este presente me llevó a considerar, como marco, que estamos y estaremos bajo el dominio de la incertidumbre, de lo impredecible, efecto de un real que va más allá de la realidad, que toca en la singularidad de cada uno en relación a su deseo y a su goce.

Leemos y escuchamos que la pandemia implica un real sin ley cuyos alcances apenas vislumbramos; en relación a esto me permito introducir la consideración sobre si el virus se ubica como real ‒causa diversas enfermedades introduciéndose como parásito en una célula para reproducirse en ella‒ y que también se trata de un efecto de la “naturaleza” que irrumpe en lo simbólico y lo imaginario de una manera tan intensa que trastoca sentidos y referentes para todos y cada uno. Una emergencia que altera todas las ficciones y narraciones y en esas alteraciones es donde se manifiesta lo real. Alteraciones que trastocan la dimensión del tiempo y de la duración, produciendo una gama de efectos que van desde la sensación de extrema velocidad a una lentitud adormecedora. Extremos que, sin embargo, como las puntas de la herradura, son los más cercanos en torno al punto de vista estructural, ya que la vivencia de las diferencias en cuanto a la duración remiten a la entrada en el lenguaje, que es la entrada en el tiempo, en la dimensión significante que repudia lo eterno y nos ubica en lo contingente[1] y en lo pulsional; en este sentido entonces, más allá de la actualidad, el tiempo no deja de destruirnos. Una destrucción en lo corporal y no necesariamente significante. La atemporalidad del inconsciente juega su partida con la noción de tiempo consciente, ya que es ella la que supone el tiempo y más precisamente el tiempo es la dimensión de la conciencia. Una dimensión caracterizada como vectorial: del nacimiento a la muerte, o cíclica. Bergson sostenía que lógicamente no hay material más resistente ni más sustancial que el tiempo, refiriéndose al tiempo de la conciencia, es decir, a la duración. Así ubicamos que el tiempo es una cierta abstracción en el campo de la duración y a su vez la socialización de la duración, captada por el lenguaje. No hay para el sujeto otra duración que el entre dos muertes, entre dos ceses del tiempo, una duración irreversible. Hoy la pandemia afecta la lógica de la duración, sobre la cual opera, como fantasma, el virus como el posible instante de lo inmediato, del fin.

A su vez, la cuestión del acontecer del tiempo que impone la pandemia, implica un cimbronazo sobre una cierta característica del individuo contemporáneo; nos referimos a su afán por dominar el tiempo, por no aceptar lo irreparable.[2] Por ejemplo, ante lo traumático de la pandemia, se precipita a negarlo, a borrarlo. Un afán donde se niega la duración que, por ejemplo, representa la edad, un cimbronazo sobre la aspiración contemporánea de un presente eterno.

NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1981
  2. Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016