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#19 | NOVIEMBRE 2019 | Sumario
La mesita de luz
Por Silvia Mizrahi, Nicolás Bousoño

Entrevistas a Ludmila Malischevski y Nahuel Tudanca, quienes respondieron a las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál fue tu primer contacto con una biblioteca?
  2. ¿Qué personaje de la literatura te marcó o te generó algún sentimiento en particular (de amor, odio, admiración, etcétera)?
  3. ¿Qué estás leyendo actualmente?
  4. ¿Qué libro te dejó una marca memorable?

 

Ludmila Malischevski

1- La primera biblioteca que conocí fue la de la escuela. Me llevó cierto tiempo animarme a entrar y una vez que lo hice descubrí un mundo de pisos de madera crujiente, libros y silencios.

2-En mi adolescencia leí “Las mil y una noches” y el personaje de Scheherezade dejó en mí una huella inolvidable. Una mujer irreverente, capaz de cambiar el destino fatal de las mujeres de su reino. Cuenta la leyenda que el sultán, luego de haber sido engañando por su primera esposa, se casaba con una mujer cada día y la mandaba a decapitar a la mañana siguiente. Más de tres mil mujeres perecieron hasta que se encontró con Scheherezade. En la primera noche, ella le relató un cuento que despertó su interés y al amanecer, justo antes de concluir, decidió continuar su relato la noche siguiente. El sultán esperaba con ansias el final del cuento que a la vez se enhebraba con otro cuento y así cada noche durante mil y una noches. Fue un acto de rebeldía sutil, de astucia femenina. Ella se salva inventando ficciones.

3- Actualmente estoy leyendo “El factor Borges” de Alan Pauls. Es un libro hermoso que presenta una pluralidad de Borges. Sus relieves, sus contradicciones, su historia, sus temores, sus aciertos, sus fracasos, en fín, Borges en todos sus colores.

Y “El nervio óptico” de María Gainza. En cada capítulo la autora cruza una lectura sobre una obra de arte, la vida del artista y un recuerdo autobiográfico. Es un libro hecho de miradas.

4- “Alicia en el país de las maravillas”. Es uno de los cuentos que más veces leí en mi infancia. Me llamaba la atención las ilustraciones y la trama: una niña se duerme, sigue a un conejo, se tira por la madriguera y encuentra un mundo fuera de tiempo, lleno de rimas y locuras. A los 9 años fui a buscar la “verdadera” versión de la novela en la biblioteca de la escuela, a ver si leyéndola podía entender ese cuento insensato, cuyos personajes disparatados me habían cautivado. La prisa del conejo, el misterioso gato de Cheshire, la oruga que fumaba sin cesar, la niña cuyo cuerpo se encogía o agrandaba sin alcanzar la medida exacta, el extraño sombrerero loco y las inquietantes y perturbadoras palabras de la reina roja: ¡¡¡“que le corten la cabeza”!!!

Buscaba la versión que tradujera ese mundo en el que la cordura y el sentido se escurría en cada hoja. Nunca la encontré, algunas cosas no pueden traducirse…

 

Nahuel Tudanca

1 - Si bien hubo algún contacto que fue primero, pensar en la primera biblioteca me lleva directamente a tres experiencias. Una, probablemente la primera, una especie de baulera que había en mi casa, en un entrepiso muy incómodo de llegar, donde se guardaban algunos libros viejos con clásicos de autores como Henry Miller o H. Hesse. Ahí subía de vez en cuando a inspeccionar qué podía tomar prestado, aunque en general ninguno me atrapaba en mis comienzos de lector. En un segundo momento, la biblioteca de mi primaria. Había una costumbre en esos años que era que el alumno se llevara un libro a su elección, una vez por mes. Lo recuerdo como mis primeros pasos en la lectura: de la obligación a la cautivación. Finalmente, la de mi secundaria, espacio que alojó numerosas charlas, trabajos e investigaciones.

2 - El Capitán Beatty, de Farenheit 451. Dependiendo la página en la que me encontraba, me generaba odio, indignación, bronca… incluso tristeza.

3 - Acabo de terminar de leer un cuento que hacía tiempo quería leer: La dama del perrito, de A. Chéjov. Por suerte, ya asoma otro en el horizonte. Me espera un clásico al que nunca supe darle tiempo y que mi hermana, minutos después de enterarse que no lo había leído, me regaló: El principito.

4 - Uno de los primeros libros que recuerdo, alejado de la literatura pero no por eso menos importante, se llamaba 50 cosas que los niños pueden hacer para salvar la tierra. Lo sigo teniendo en mi casa, fueron las primeras hojas que me entregaron una enseñanza, una lección de vida para los más pequeños.

En mi adolescencia y desde un plano más épico: La saga de los confines. Se trata de una trilogía de una autora argentina llamada Liliana Bodoc, en la que muestra una óptica distinta y fantástica de la conquista de América.