Si Borges soñaba al paraíso como una especie de biblioteca es porque las bibliotecas nos ofrecen aquel delicioso lugar donde suele haber la abundancia, lo diverso y el placer.
Pero las bibliotecas también podrían ser, parafraseando a Umberto Eco, modos de cooperación[1]. Una cooperación mutua, entre texto y lector, donde hay, de un lado, un espacio que se ofrece ordenado y clasificado y, del otro, como lo diría Lacan, un lector que “pone su parte”[2].
Hay bibliotecas y bibliotecas, pero ¿cuáles serían los rasgos de una biblioteca del Campo Freudiano?
Judith Miller nos orienta: las bibliotecas del Campo Freudiano, en su lugar de acción lacaniana, son un eslabón práctico con los aficionados al psicoanálisis y con la opinión ilustrada de cada ciudad. Como la Escuela, nuestras bibliotecas no abren sus puertas tan sólo a especialistas, acogen tanto a los analistas como a los no analistas[3].
Sin embargo, tienen una política de adquisiciones que da prioridad al psicoanálisis. Luego quedan los distintos campos del saber: las referencias, los trabajos que ellas han hecho posibles y también, las investigaciones de las disciplinas afines.
Pero además, nuestras bibliotecas buscan practicar la discusión e instruirse en nuevas fuentes que permiten mantener el Campo Freudiano del lado de las luces. Por ello, las Bibliotecas de la Orientación Lacaniana no pueden contentarse con poner a disposición de los lectores la mayor cantidad de volúmenes, sino que deberán poner empeño en la organización de presentaciones, conferencias, debates y cualquier otra forma de ampliar el terreno de las obras que vayan apareciendo, para “poner así de relieve la lectura que de ellas permite hacer el Campo Freudiano”[4].
En este sentido, el debate es una de las bisagras entre el trabajo en intensión y el trabajo en extensión. Es decir, que el trabajo en extensión y el trabajo en intensión se tocan, sin por ello confundirse, nos decía Judith.
La vigencia de las palabras de Judith Miller nos acompaña cada vez en la apuesta a una biblioteca "viva". Una biblioteca que permita encontrar los modos para que ésta mantenga su valor de polo de consulta y estudio de referencias del psicoanálisis de orientación lacaniana. Al mismo, tiempo, salir a la ciudad para trazar lazos entre la Escuela y el exterior, con los “no analistas”.
Inventar con la “aletosfera”
Desde hace un tiempo en nuestras bibliotecas una nueva materialidad viene al lugar del papel. Me refiero a los soportes virtuales de los textos y a las bibliotecas puestas en red.
Miquel Bassols nos pone en la pista para pensar este asunto. En su Editorial de Colofón Nº 16[5], refiriéndose a "La Biblioteca de Babel", de Borges, nos decía: "Pues esa Biblioteca, estimado lector de Colofón, ha empezado a construirse, a tener existencia más allá de la ficción en la que naciera. Y el Campo Freudiano, su red de Bibliotecas reunidas en la Federación Internacional de Bibliotecas (FIB), no podría ser ajeno a su existencia. Se trata de la llamada "Biblioteca Virtual", que empieza a poblar de letras esta aletósfera, como la llama Lacan, que es hoy Internet".
El texto finaliza diciendo: "las perspectivas del uso de internet, del correo electrónico y de las bibliotecas virtuales son así muy amplias y hay mucho por inventar"[6].
Advertimos entonces que en aquella Editorial, hace 21 años, Bassols anunciaba lo que hoy es la puesta en red de las bibliotecas de la EOL; o al revés, esta invención, se inscribe en aquella política. Una política, la de nuestras bibliotecas, que busca a un lector en la subjetividad de esta época, para que también “ponga su parte” en las lecturas y en los debates que permite hacer el Campo Freudiano.
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