EntreLibros
INICIOCONTACTOEDICIONES ANTERIORES
#18 | DICIEMBRE 2018 | Sumario
La mesita de luz
Por Silvia Mizrahi, Silvina Rojas, Nicolás Bousoño

Entrevistas a María Cristina Guiraldo, Ivana Bristiel, María Onetto y Laura Galarza, quienes respondieron a las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál fue tu primer contacto con una biblioteca?
  2. ¿Qué personaje de la literatura te marcó o te generó algún sentimiento en particular (de amor, odio, admiración, etcétera)?
  3. ¿Qué estás leyendo actualmente?
  4. ¿Qué libro te dejó una marca memorable?

 

María Cristina Giraldo

AE de la Escuela Una (2016-2019). AME de la NEL y de la AMP.

1-La biblioteca es mi lugar preferido en casa, tal como lo fue en la niñez. Mi padre hizo de la biblioteca el lugar en el que él nos leía y muchas veces inventaba cuentos que no tenían fin…esos eran los mejores. Era también el lugar donde conversaba con él lo que requería privacidad.
En casa sigue siendo el espacio donde cada uno lee lo suyo, pero a la vez está con otro. La experiencia de trabajar con la orientación de Judith Miller en las bibliotecas del Campo Freudiano y en Colofón se alojó en esa marca: el refugio en los libros y en la buena conversación.
Mi hijo supo leerla. Me regaló un collar que me gusta mucho, que él diseñó con un amigo suyo que es artista: el laberinto de la biblioteca de Babel; así que llevo la biblioteca colgada al cuello.

2- Odio a Lajos desde la primera hasta la última página de La Herencia de Eszter, de Márai.

3-Siete cuentos morales, de J. M. Coetzee

4-Cada vez que releo Cien años de soledad y me sorprendo como si fuera la primera vez, tengo la certeza de que los milagros existen, si bien sólo los literarios: Borges, Coetzee, Márai, Kawabata, Calvino y Tanizaki constituyen lo mejor de mi laberinto iterario, el mismo que siempre vuelvo a recorrer, sin que desee encontrar la salida. Tengo El elogio de la sombra de Tanizaki en japonés. Una amiga que me ayuda a recuperar la cordura me preguntó para qué quería un libro en japonés si yo no sabía ese idioma. Eso es un libro fetiche.

 

Ivana Bristiel

Psicoanalista Miembro de la EOL-AMP

1- No creo que haya sido el primero, pero sí el que dejó enmarcada una curiosidad y fascinación imborrable por los libros.
Mis abuelos paternos tenían un living que se parecía a un mausoleo de viajes y rarezas, todo ahí estaba delicadamente exhibido. En esa habitación, resguardada de la interacción humana y del tiempo, había una pequeña biblioteca que rompía con la monotonía. Sobre lomos de rimbombantes colores flotaban la “Geología”, la “Geografía”, y otras tantas “ías” que completaban la colección. Eran misterios por resolver a un par de letras de distancia. Recuerdo, cuando aprendí a leer, la tremenda decepción y el aburrimiento de las palabras difíciles y sin encanto que sitiaban a esas hermosas imágenes con las que tanto había imaginado.
Los libros siempre encierran un misterio, fabuloso o insignificante, si leyendo las primeras páginas no se me impone una necesidad de develarlo, puede tranquilamente seguir hibernando entre las páginas.

2- Zezé Vasconcelos, sin dudas. Su ser de letras evidenciaba para mí ese sentir misceláneo por la vida y sus vericuetos que me acompañó desde el final de mi niñez y hasta ya entrada en la adolescencia. Esas ansias de vivir enmarañadas con el temor, esa omnipotencia fabricada como reprobación a una contingencia leída como injusticia, y ese sobrevivir casi instintivo disfrazado de heroísmo que Zezé cargaba como un estigma, fueron para mí un aliciente. “Es una novela sobre su propia vida”, me dijo mi padre cuando me la regaló, y con esa frase comprendí que se podían escribir incluso aquellas cosas que no cabían en las palabras, que el signo y los sentidos, como una muralla de tinta, tenían la vehemencia necesaria para mantener a distancia casi cualquier cosa.

3- Me compro los libros que van a mi encuentro en las librerías o en las recomendaciones de lectores que reconozco como tales, los empiezo a leer de inmediato -es raro que lea de a un libro a la vez- o los guardo en el estante de los “aún no leídos”. Pueden pasar años ahí. Sé que libros tengo, sé que quiero leerlos pero creo que cada libro tiene un momento indicado. Por eso casi siempre estoy con una novedad en la cartera y con alguno que me hizo señas desde ese estante. Actualmente estoy leyendo Las primas de Aurora Venturini y La máquina de proyectar sueños de Cecilia Szperling. Por comenzar con Mirada retrospectiva de Lou Andreas Salomé.

4- El libro Charlotte de Foenkinos por el modo, precioso, en que logra inmiscuirse en la vida de la pintora alemana. La novela conjuga dos niveles del arte y eso me parece magnífico. Es una vida que hace obra y una obra que inspira poesía. Charlotte narró su vida en óleos y lienzos, con los colores de la angustia, la felicidad, el desarraigo, el amor, los abandonos, los encuentros, las muertes. Ella pinta para no olvidar lo que fue y evadirse de su presente de cautiverios y sueños cansados, para ir hasta el fondo del miedo, salir a la superficie y ser eterna. El autor observa, investiga, disfruta cada pincelada para relatárnosla. Y así la vemos, la leemos, ingrávida, en esta novela que es una de las mejores que he leído.

 

María Onetto

Actriz

1- En mi casa familiar no había biblioteca. Mis padres no eran muy lectores.
Creo que recién al entrar a la escuela secundaria, entré en contacto con una biblioteca, la biblioteca del colegio al que fui -un colegio religioso en Olivos-, y luego las bibliotecas que fui conociendo en casas de amigas o viajando.
Hasta que pude ir armando mi propia biblioteca a partir de mis 20 años.

2- Me conmueve mucho Nina, de la obra de teatro La gaviota de Anton Chejov. Es un personaje que reúne la mayoría de mis intereses, de mis inquietudes, la actuación, el amor, la fragilidad.

3- Estoy leyendo varios libros a la vez. Hace tiempo que no consigo que un libro me atrape, me sumerja totalmente y haga que quiera leerlo en exclusiva.
Estoy leyendo Roland Barthes por Roland Barthes, Enero de Sara Gallardo y Stoner de John Williams. Y por mi trabajo estoy con Potestadde Tato Pavlovsky y La persona deprimidade Foster Wallace.

4- Recuerdo el enorme efecto que tuvo en mí de adolescente leer a Henry Miller. Trópico de Cáncery Trópico de Capricornio me hicieron pensar la vida de forma diferente, me ayudaron y por eso los siento memorables para mí.
También Hormigónde Thomas Bernhard.

 

Laura Galarza

Crítica literaria

1- La primera biblioteca que veneré como un templo pagano, fue la de la esposa de mi tío, hermano de mi madre. Ella era una rareza en mi familia de inmigrantes donde el trabajo duro era el valor supremo: tocaba el piano, cantaba y leía a toda hora. A su casa entrabas por un portón. Ahí mismo te topabas con su piano de cola marrón oscuro que ocupaba como un rey el centro de la sala de pisos de granito relucientes sobre los cuales tenías que caminar con patines. A los lados se elevaban dos bibliotecas de piso a techo. Un olor a libro, madera y cera flotaba alrededor. Yo niña levantaba la vista y era como admirar un rascacielos. Y podía sentir esa mezcla de vértigo y excitación que aún hoy se me hace en la boca del estómago cada vez que estoy frente a una biblioteca colmada.

2- Podría ser El sonido y la furia, Mientras agonizo o Luz de agosto, cualquier libro de Faulkner. Pero cuando leí Las palmeras salvajes, el personaje de Carlota Rittenmeyer, me produjo algo parecido a la estupefacción: una mujer deja todo por amor. Pero decir esto dista de la frase trillada y la historia cae sobre el lector como un palazo en la cabeza. Carlota deja su casa, su marido y sus dos hijos -toda una vida cómoda pero opaca, previsible y asfixiante- para armar lejos otra vida junto a su amante Harry. La fuerza arrolladora del deseo de Carlota que duda de casi todo menos de su deseo, me desorientó. Me animaría a afirmar que produjo en mí un viraje subjetivo al cerrar el libro. Carlota es una especie de Medea, una mujer autónoma e inusual, contraria al prototipo ideal. Una bruja, aún hoy para nuestra sociedad machista y conservadora.

3- Leo varios libros a la vez. Estoy leyendo Kentukis, el último libro de Samanta Schewblin, muy entretenido y que desata el voyeur que todos llevamos dentro. Cuento de Hadas en Nueva York, de J. P. Donleavy, un clásico que transcurre en Manhattan en los años 50, un personaje adorable que se va metiendo en líos, dejando al descubierto lo más oscuro y deleznable de la sociedad norteamericana. Mentirosos enamorados el último libro de cuentos de Richard Yates, del que me falta el último cuento y no lo quiero leer para que no se termine. Y me espera: Fall River. Trece cuentos no reunidos de Cheever que acaba de sacar ediciones Godot, un rescate increíble, son cuentos hasta ahora inéditos en español. Para los que somos fans y para todos, Cheever es un escritor imprescindible.

4- No es un libro, en rigor. Es un autor: Raymod Carver. Leerlo me hizo entender por qué se escribe, para quién y cómo. Bajo su aparente sencillez tanto en la manera de escribir como en sus temas o personajes que son anodinos, Carver tiene una honda comprensión del alma humana. Claro que hay otros autores de los que podría decir lo mismo, pero con él en especial, siento que me entiende, que al leerlo, me está hablando a mí o de mí. Y me hizo entender no solo con la cabeza sino con el corazón, la gran lección de literatura: escribir como se habla y hablar de quienes pueden ser reconocibles. No hay nada rimbombante ni fuegos artificiales. Hay silencios y frases articuladas con la eficacia de un cuchillo cortando el aire. Si tuviera que elegir un libro que me haya marcado particularmente de él diría Principiantes, porque su original fue editado de manera póstuma sin la intervención de su editor Gordon Lish que lo reprimía de manera considerable. Basta con leer la versión original de “Principiantes” (editado como Quieres hacer el favor de callarte por favor), para ver la diferencia: sin dejar de reconocer su sello, accedemos a un Carver tierno y sensible. Un cóctel afrodisíaco para los que gustamos de la buena literatura.