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#18 | DICIEMBRE 2018 | Sumario
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La ficción como refugio contra la ciencia.
De Ray Bradbury, el fuego, los libros y las bibliotecas

Por Guillermo López

Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. [1]

Los libros eran sólo un receptáculo donde guardábamos algo que temíamos olvidar. No hay nada de mágico en ellos, de ningún modo. La magia reside solamente en aquello que los libros dicen en cómo cosen los harapos del universo para darnos una nueva vestidura. [2]

Fahrenheit 451, es la temperatura en que el papel de los libros se enciende y arde. Un bombero en una civilización futura, occidental y esclavizada tiene la misión de quemar todos los libros que aún existen, porque son la causa de la discordia y del sufrimiento. Un sabueso robotizado, está programado para encontrar cualquier rastro de ficción, y eliminar los libros y los disidentes que aún leen.

El mundo de la novela de Bradbury es sorprendentemente profético de la civilización hipertecnológica de hoy: pantallas interactivas que ocupan paredes, y con las que la familias hablan; caracoles para los oídos por las que se transmite música y noticias insípidas; políticos que triunfan solo por su bella imagen y algunas frases hechas; autos que van por las carreteras a toda velocidad.

¿Qué despertó la inspiración de Bradbury? Ya a sus tres años conmovido por las noticias de la extracción de Tutankamon de su tumba, interrogó a sus padres sobre que sería aquello. A los nueve, se largaría a llorar desconsolado al enterarse de los tres incendios de la biblioteca de Alejandría. Se describe así mismo como un niño extraño, cuya locura era ser habitante de los áticos y los sótanos de la biblioteca pública de Illinois.

No resulta excesivo decir que lo que despertó su inspiración fueron los libros y las bibliotecas, protagonistas de sus primeros relatos cortos. Y el salto a su primera novela, en donde “la hoguera de los libros” será el tema central, se produce exactamente en la sala de mecanografía de la biblioteca de la UCLA, donde por diez centavos de dólar la media hora, se sentaba a crear con total libertad.Nos dice: “No puedo explicarles qué excitante aventura fue, un día tras otro, atacar la máquina de alquiler, meterle monedas (…) sacar libros, escudriñar páginas, respirar el mejor polen del mundo, el polvo de los libros, que desencadena alergias literarias. Luego correr de vuelta con el sonrojo del enamorado, habiendo encontrado una cita aquí, otra allá, que metería o embutiría en mi mito de gestación. Yo estaba, como el héroe de Melville, enloquecido por la locura. No podía detenerme. Yo no escribí Fahrenheit 451, él me escribió a mí. Había una circulación continúa de energía que salía de la página y me entraba por los ojos y me recorría mi sistema nervioso antes de salirme por las manos. La máquina de escribir y yo éramos hermanos siameses, unidos por las puntas de los dedos”.[3]

Bradbury hizo de las bibliotecas públicas, su refugio. Asistir tres o cuatro días por semana durante diez años a una de ellas, fue la forma en que supo arreglárselas, con la pobreza que le impidió poder ir a la Universidad. Pero no solo eso, el autor parece advertirnos ya en 1953 acerca de lo que “la ciencia nos da para hincar el diente: los gadgets”.[4] Lacan con Bradbury nos advertirá que el goce del Otro solo es colmado, en el campo donde nace la ciencia. Esta nos brinda objetos de consumo para taparnos la boca y así distraer el hambre, la falta, que se produce en la relación de conocimiento. Bradbury frente al horror que le produce la conjunción del capitalismo y la ciencia, propone una solución, la del cuerpo que habla, ficcionalizando. Tal como señala Lacan, no hay sujeto cognoscente, “el mundo del ser pleno de saber no es sino el sueño del cuerpo en tanto que habla porque no hay sujeto cognoscente. Pero puede haber goce de la palabra. Y la ciencia-ficción, es quizás ese goce: la palabra sin saberlo. El mundo sin otro conocimiento que el que él sueña”.[5]

NOTAS

  1. Bradbury, R. (1953) Fahrenheit 451. Buenos Aires. Editorial Minotauro. 2000.
  2. Bradbury, R.(1953) Fahrenheit 451. Buenos Aires. Editorial Minotauro. 2000.
  3. Bradbury, R. (1993) “Fuego brillante”. Postfacio. En Fahrenheit 451. Buenos Aires Editorial Minotauro,2000.
  4. Lacan, J. (1974) “La tercera”. En Revista Lacaniana Nº 18, Año X, Editorial Grama. Buenos Aires. Junio de 2015.
  5. Lacan, J. (1976) “Entrevista a Lacan sobre la ciencia-ficción”. En Revista Lacaniana Nº 24, Ciencia-ficción, Año XIII, Julio de 2018.