Un texto de Horkeimer y Adorno escrito en 1946-47 [1] sitúa efectos de discurso que nos interrogan en la actualidad.

Los autores afirman que la tesis sociológica acerca de que la pérdida de sostén en la religión, la diferenciación técnica y social, daría lugar a un caos, ha sido desmentida. Por el contrario la civilización que describen tiene como rasgo la semejanza: "films, radio y semanarios constituyen un sistema". [2]

Para los autores, "cada civilización de masas en un sistema de economía concentrada es idéntica", [3] lo que brinda una ilusión de falsa identidad, avalada por "una armadura conceptual que justifica dicha concentración". [4]

Lejos de ser un efecto enmascarado, parece que se obtiene mayor autoridad cuando se muestra con mayor brutalidad. Un ejemplo de ello es llamar a la cultura, industria.

"Una comedia de enredos", libro de artista. Alejandra Koreck

La Industria cultural

La igualación y producción en serie de la industria cultural ha implicado el sacrificio de la obra, ya que la lógica de la obra es la de oponerse al sistema social.

"La transfusión de todas las tendencias de la industria cultural a la carne y a la sangre del público se cumple a través del proceso social". [5] Lo nuevo es cuidadosamente excluido, el espectador, lector no debe pensar con su propia cabeza.

En la actualidad Américo Cristófalo, escritor, vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, sitúa [6] que a partir de los años 70-80 surge una nueva industria editorial promovida por grandes cadenas de medios que desbaratan las viejas editoriales. El rendimiento económico inmediato trae como consecuencia la decisión de qué debe ser leído y publicado.

La producción de un Lector homogéneo conlleva una novedad en la lengua: la novela transparente. Un Nuevo Lector que no debe ser incomodado.

Un lector incompatible con el discurso analítico al que los textos no producen el efecto de ser atravesado por la lengua.

 

¿Qué es un lector?

Contrariamente a esta homogenización, Ricardo Piglia sostiene que puede hacerse una clínica del arte de leer. El lector Borges que perdió la vista leyendo, el lector que distorsiona, el que practica el arte de la réplica, el adicto, el insomne.

Piglia, que ha leído a Lacan, dice que hay una relación entre la lectura y lo real y da como ejemplo de lector a Joyce.

Nos dice que podemos encontrar en él la materialidad del lector moderno, el que vive en un mundo de signos, "(…) las palabras se trasmutan, (…) Leemos restos, trozos sueltos, fragmentos, la unidad del sentido es ilusoria". [7]

 

Joyce el lector

Enraizado al Nombre del Padre al mismo tiempo que lo hace inconsistir, Joyce hace de lo que le hace signo, el arte del saber hacer sin Otro.

No es un lector Robinson, allí donde no hay de que agarrarse, hace de sus soliloquios, lo inventivo que lo lleva a restablecer un vínculo social. Sus dichos son para el libro de Haines. [8]

Sin Otro, pero restableciendo un lazo social, sin diluir lo real, Joyce sería la materialidad de lo que el lector lacaniano podría aportar a su época.

Pero recordemos aquello que Lacan subraya respecto a qué lo distancia de la posición del analista: "(…) tiene de su arte artegullo hasta la saciedad". [9]

Para el lector lacaniano la castración de su orgullo, haría posible una lectura de la época en que lo tocó vivir.