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#17 | AGOSTO 2018 | Sumario
La mesita de luz
Por Alejandra Koreck, Liliana Ávola y Silvina Rojas

Entrevistas a Irene Domínguez Díaz, Gustavo Dessal, Celeste Viñal y Eduardo Médici, quienes respondieron a las siguientes preguntas:

En esta ocasión dos escritores y dos psicoanalistas respondieron a las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál fue tu primer contacto con una biblioteca?
  2. ¿Qué personaje de la literatura te marcó o te generó algún sentimiento en particular (de amor, odio, admiración, etcétera)?
  3. ¿Qué estás leyendo actualmente?

 

Irene Domínguez Díaz*
1-Mi primer contacto fue con la biblioteca que había en la salita del fondo de la casa familiar. En casa siempre hubo libros. Había un poco de todo: revistas, ensayo, literatura... Mi padre era ingeniero, y fue un hombre metido en política en los tiempos del franquismo. Algunos de esos libros que había en mi casaeran en francés, una lengua extranjera, incomprensible, que para mí se anudaba a lo prohibido. Recuerdo que algunas noches nos leían, a mi hermano y a mí, un capítulo antes de dormir, de una novela de la biblioteca de Julio Verne, un libro con las páginas amarillentas, Veinte mil leguas de viaje submarino. También fue en esa librería donde un día encontré a Freud en un tomo de Alianza Editorial. Tenía 14 años; me cautivó e hice un trabajo de ética sobre la Interpretación de los sueños. La biblioteca fue el lugar de encuentro de algunos significantes primordiales, que jugaron un papel fundamental en las elecciones que me condujeron más tarde hasta Lacan.

2-¡Difícil escoger uno!
Como personaje en mi adolescencia evocaría al mago Melquíades de Cien años de Soledad… allí encontré una frase que se grabó con fuego en mi inconsciente y 30 años después, cuando quise releerla… ¡no había ni rastro de ella!
Otra fue Auxilio Lacouture del Amuleto de Roberto Bolaño. Esa voz tenue y bizarra, frágil y profundamente lúcida… una escritura evanescente quelograba hacer de la pérdida una oda a la vida, así como un tributo a América Latina.
Lolita de Nabokovfue también un gran impacto. La mezcolanza de sentimientos contradictorios que me generó, me sirvieron para intentar no retroceder ante mis propios prejuicios. Y luego está Borges… más que sus personajes, me cautivó la verdad oracular que desprendía, la belleza de esa estructura en sus relatos, que muchas veces no entendía, pero que emitían una resonancia, una forma que, a mi parecer, se aproxima muchísimo a la música.
Pero quizás el más remoto de los personajes que me atrapó –no debía tener más de 7 u 8 años- fue el avaro de Un cuento de Navidad, de Dickens… Aún no sé bien por qué, pero ese cuento, probablemente cifró una posición ética que me acompañó desde entonces: sólo por dinero, nunca vale nada la pena.

3-Suelo tener más de un libro dando vueltas… suelen ser nuevas lecturas y relecturas. ¡Me encanta releer!
Ahora mismo, estoy fascinada con un libro de psicoanálisis de Nieves Soria, Nudos del Amor, un descubrimiento muy reciente de una mujer que pienso seguir leyendo. Es lúcida y muy agradable… además, es capaz de sacarle un nuevo brillo a la frase más trillada que puedas imaginarte. También doy vueltas con Medea de Eurípides, que retomé a raíz de una obra de teatro que vi hace poco en Barcelona. Releer tragedias me resulta divertidísimo, porque siempre es en un momento particular de la vida que me sobreviene ese impulso.Y para la playa, me llevo Zama de Antonio di Benedetto, un regalo que me hizo un amigo después de ver la excelente película de Lucrecia Martel. Busco siempre el efecto poético en lo que leo, porque para mí la lectura es un regalo –me encanta regalar libros- y un ejercicio que va más allá del sentido, es algo que te trabaja, todo el tiempo. En cierto sentido, es como el análisis: un soporte material para la puesta en forma de nuestra perpetua lectura desde una posición analizante.

*Psicoanalista, miembro de la ELP-AMP.

 

Gustavo Dessal*
1-A los cuatro años aprendí a leer en la biblioteca de mi abuela materna, que poseía una cultura literaria asombrosa. Allí estaban los grandes clásicos que ella me enseñó a amar. Los autores rusos, centroeuropeos, franceses, poblaban su casa y alimentaban sus lecturas. La última vez que nos vimos, ella ya había alcanzado un siglo de vida. Cuando entré en su habitación, tenía un libro en la mano.

2-Nietoshka Netzvanova, de Dostoiewski. Cuando leí esa obra en mi juventud, no podía comprender cómo un hombre podía tener un conocimiento tan impresionante del alma femenina.
"El Sueco", protagonista de American Pastoral de Philip Roth. Una de las mejores obras que he leído en mi vida. Esos libros que dejan una huella imborrable. Se puede narrar la tragedia de una psicosis sin tener grandes conocimientos clínicos, y hacerlo con un rigor insuperable. Lógicamente, se puede cuando uno se llama Philip Roth...
"Michael K.", el protagonista de Life and Times of Michael K., de Coetzee. El negro que debe huir llevándose a su madre inválida, y la carga en una carretilla a lo largo de cientos de kilómetros en Sudáfrica. Recomendable para los que sufren de lo que los negros llaman "whiteissues" (los "graves" problemas de los blancos), como sentirnos desgraciados porque se nos despegó el protector de pantalla del iPhone.

3- "I am no one you know", una selección de cuentos de Joyce Carol Oates, y "The inner history of devices", de Sherry Turkle, una genial ensayista americana que estudia temas de tecnología y subjetividad.

*Psicoanalista miembro de la ELP-AMP.

 

Celeste Viñal*
1-La primera biblioteca a la que tuve acceso fue a la de mi madre. Proveniente de una familia de inmigrantes, mi abuelo había legado de sus padres italianos el gusto por los libros, especialmente por la literatura rusa y ella siguió esa huella paterna. Fue autodidacta pero ávida lectora, de allí que recuerdo poder elegir entre sus libros los títulos más variados que -para ser guiada sólo por su intuición- tenían mucho interés. Sus lecturas incluían casi todos los canónicos argentinos y latinoamericanos como Borges, Mujica Lainez, Puig, García Márquez, Neruda u Octavio Paz pero de repente aparecía entre sus lomos un volumen con los poemas de Safo. Se podían encontrar mezclados Wilde, Kafka, Lorca, los Dostoyevski – Gorki - Tólstoi de su padre tanto como libros de cocina o el Decameron, que yo leía a escondidas aunque nadie me lo impidiera. Había de todo y me estimulaba especialmente que no fuera literatura infantil. De todos modos fui armando mi propio estante de hija única a la que le sobraba el tiempo. Las lecturas cruzadas de Dailan Kifki con Miguel Hernández tenían olor a la madera del mueble y a la colcha Palette con la que me tapaba en el sillón, mientras en el combinado Ken Brown sonaba Tchaicovsky, porque aún soñaba ir a la próxima clase de danza y convertirme en "la" Plisétskaya (acá iría emoji de ojitos revoleados hacia arriba)…

2-El personaje que rescato por la emocionalidad que me generó es Ferdinand Bardamu, el protagonista de "Viaje al fin de la noche" de Luis-Ferdinand Céline. "El amor es el infinito al alcance de los caniches" es una de las frases que pueden resumir el impacto contradictorio que me produjo la novela toda. No siendo un dato menor saber, ya de inicio, que se está leyendo a un autor conocido por su tendencia filonazi. PhilippeSollers dice que el crimen fundamental y médico de Céline fue hacer reír. Bardamu genera reírse de lo que no debería causarnos gracia, de los ideales, de la trascendencia, de nuestros propios valores a los que atenaza con una lucidez cruel. Lo miserable de ciertas afirmaciones lo convierten en un personaje incómodo que produce una lectura contra uno mismo. Al tiempo genera esa piedad de quien se reconoce sobre el terreno frágil de una existencia llevada hasta sus límites.

3-Tengo una lectura multipolar: puede atravesarme un rayo de rigidez y no poder soltar un libro en una noche (como "Matadero 5" de Vonnegut o "Distancia de rescate" de Schweblin) como también dedicarle varios días y algunos volúmenes a un solo autor. O lecturas completamente laxas al mantener varias a la vez, migrando por autores que me van llevando de unos a otros. En este momento estoy saliendo de la fascinación que me generó en el verano la muy carveriana Lucía Berlin para dejarme conducir hasta Lydia Davis. Empezando de a poco con Natalia Ginzburg a la que me sale leerla tan parcialmente que me permite dosificar (a pesar de tener el libro hace un par de años en la mesa de luz) los cuentos y relatos de Virginia Woolf. Siempre incrusto en cualquier momento y lugar a la poesía. Me regalaron recientemente un libro de Daniel Durand y algunas noches anteriores he vuelto a reencontrarme con Carina Sedevich, jamás suelto ese primer amor a lo poético, me resulta un modo efectivo de supervivencia.

*Psicoanalista, miembro de la EOL-AMP.

 

Eduardo Médici*
1- La primera biblioteca que recuerdo es la del consultorio de mi primer terapeuta a los 15 años. Ya más grande entré varias veces a la Biblioteca Nacional, pero mis verdaderas bibliotecas son las librerías.

2- Mi encuentro con las novelas autobiográficas de Henry Miller, especialmente los Trópicos, me revelaron una posibilidad de ser otro del que era hasta ese momento. Henry es un personaje que a partir de ese momento me acompaña y al que releo a veces. Tengo todo lo publicado de él en mi biblioteca.

3- Estoy leyendo "Ojos abatidos. La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX", de Martín Jay y "Arte, ¿líquido?" de Zygmunt Bauman.

*Artista visual, docente y curador.