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#16 | NOVIEMBRE 2017 | Sumario
Sublime joyceano
Alejandra Eidelberg

Qué mejor marco que entrelibros para presentar tres fenómenos singulares que Lacan ha señalado como componentes del complejo sinthome escritural de James Joyce: su expresión "The letter! The litter!", su ego "de naturaleza completamente distinta" y su escritura "otra". Son tres rasgos que le abren varios caminos al analista, entre ellos, el que conduce a la cuestión de la sublimación.[1]

The letter! The litter!

Esta exclamación se encuentra en el capítulo 4 de Finnegans Wake (FW). No es casual que Lacan la cite –aunque algo modificada– tanto en su "Seminario sobre 'La carta robada'" como en "Lituratierra", dos escritos que, tampoco casualmente, inician las dos series de Escritos lacanianos: los numerados y los otros.

"¡La carta! ¡La basura!", o bien "¡La carta! ¡La inmundicia!", o también "¡La carta! ¡El residuo!" serían traducciones apropiadas al contexto de FW, donde se hace referencia a una carta hallada en un estercolero y cuyo mensaje no se conoce de entrada.

Pero Joyce juega con el equívoco del significante "letter" –que también significa "letra" en la lengua inglesa– y reduce así el campo de las letras a ruinas, a residuos in-mundos que conducen inevitablemente a asuntos de cama si atendemos al equívoco al que también se presta el significante "litter", cuyo significado alternativo es "litera".

El escritor irlandés no fue el primero ni el único en desidealizar el campo de la literatura y revelar los goces en los que hunde sus raíces, como todo lo sublime. El primero fue Lewis Carroll, quien alguna vez escribió "litterature" en lugar de "literature" para convertirla así en "letrinatura". En la lengua francesa, Marcel Duchamp supo incluir en sus juegos de palabras la expresión "lits et ratures" que, leída en voz alta, revela su homofonía con la "littérature", que queda entonces reducida a cuestiones de "lechos y tachaduras". Quizás algo tuvo que ver este artista con que a Lacan le produjeran lectura los surcos que vio en la llanura siberiana (efectos de la lluvia de letras que se precipitan del nubarrón semblantero del lenguaje) y lo llevaran a escribir "Lituratierra". Este título neológico toma del latín "litura" la idea de tachaduras y borrones: son lituras que afectan a cualquier terra, campus o corpus (sea humano o literario).

El sintagma "The letter! The litter!" indica que a la hora de sublimar en el campo literario, a Joyce no le hace asco el asco, la inmundicia o la basura. Con ella y a partir de ella hace literatura. Desde la letrina, la letra alcanza la potencia de un discurso que no sería del semblante, sino del litoral. Cual mingitorio duchampiano elevado a la categoría de "Fuente", Joyce lleva a cabo en FW una operación translingüística de dislocación y descontextualización de la lengua inglesa; y en el mismo movimiento inscribe el punto omega de la literatura de vanguardia, así como también nos enseña sobre el punto omega de un análisis, pero sin haber pasado él mismo por ninguno, sin haber corrido el riesgo –aventura el mismísimo Lacan– de que un análisis lo achate.

"The letter! The litter!" son dos polos emparentados con los polos de lo sublime que varios pensadores han desplegado: contemporáneos como Harold Bloom y como Burke y Kant en el siglo XIX; incluso Lacan supo decir en los 70 que lo sublime es lo más elevado de lo que está abajo.

 

Un ego de naturaleza completamente distinta

En su Seminario 23, Lacan se pregunta por qué el FW de Joyce resulta tan ilegible y sugiere –a partir de su lectura de Retrato del artista adolescente[2]– que quizás se deba al "hecho patente de que él tiene un ego de naturaleza completamente distinta".

Retrato… es considerada una Bildungsroman (novela de aprendizaje en la que su protagonista se forja una identidad, un yo); fue publicada, antes de su formato libro, en un periódico de raíces feministas llamado –créase o no– The Egoist. El joven Stephen Dedalus, su protagonista, considerado el alter ego de James Joyce, se hace una identidad de artista que le permite recuperar lo que su anterior aspiración a ser santo le hubiera obligado a reprimir.

¿Cómo concebir este ego "otro" de Joyce apodado Dedalus? Como el que, según queda testimoniado en Retrato…, se escurre después de los golpes que recibe de sus compañeros de escuela. Según Lacan, después de la paliza que sufre y le repugna, si bien no deja caer su cuerpo, lo separa de la imagen que tiene de él y de los afectos, que "no piden más que irse, desprenderse como una cáscara". Este ego diferente funciona en un segundo tiempo, cuando el narrador dice de Stephen: "Mientras las escenas de aquel maligno episodio seguían pasando punzantes y veloces delante de su mente, se preguntó por qué no le guardaba ningún rencor a quienes le habían torturado. (...) Incluso aquella noche mientras iba a tropezones hacia su casa había sentido que algún poder iba quitándole esa furia tejida de repente con tanta facilidad como se quita a una fruta su suave piel madura".

La metáfora de la cáscara aparece dos veces más:

"Había oído nombrar solemnemente las pasiones del amor y del odio en el escenario y en el púlpito; las había hallado expuestas solemnemente en libros y se había preguntado por qué su alma era incapaz de albergarlas durante algún tiempo o de forzarle los labios a pronunciar esos nombres con convicción. Una breve ira lo había investido a veces, pero nunca había sido capaz de convertirla en una pasión duradera y siempre había sentido que se le pasaba como si su propio cuerpo estuviera desvistiéndose con facilidad de alguna piel o cáscara exterior".

"Él no había conocido ni el placer de la camaradería, ni la ruda salud viril, ni la piedad filial. Nada bullía dentro de su alma salvo un deseo frío y cruel y sin amor. Su niñez estaba muerta o perdida, y con ella, su alma capaz de gozos sencillos y él iba a la deriva por la vida como la cáscara estéril de la luna".

A partir de este rasgo singular de desprendimiento, Lacan piensa que la naturaleza del ego de Joyce es distinta porque no es narcisista, porque no lo sostiene la imagen; lo que lo sostiene es la escritura, vuelta así "esencial a su ego". Pero hay que aclarar que se trata de una escritura que viene de otro lado que del significante articulado, viene de la letra, de la materia en bruto que, desprendida del semblante, ha azotado su cuerpo. Sin embargo, Joyce sabe servirse de ella para armarse. Esto permitiría pensar que su yo corporal no admite el matema i(a), pero sí puede escribirse L(a),[3] justamente porque lo simbólico, por su interpenetración con lo real (es el lapsus de su nudo), solo puede habilitar este tipo de ego no estándar: un ego que solo se escribe porque escribe con lo que lo ha escrito.

Hay varios episodios de castigos corporales sufridos por el protagonista de Retrato… que podrían entenderse como efectos de la fragmentación de lalengua en el cuerpo. Si bien es cierto que Stephen no siente odio por quienes lo han golpeado en varias ocasiones, esto no le impide relatar vívidamente sus recuerdos de esas escenas, en las que Joyce alcanza una poética de efectos conmovedores. Así, la desafectación más generalizada será puesta cabalmente en juego en FW, pero no aún en Retrato…, donde se puede leer, por ejemplo: "Un golpe caliente ardiente punzante hormigueante como el fuerte chasquido de un bastón al quebrarse hizo que su mano temblorosa se arrugara como una hoja en el fuego: y ante el sonido y el dolor, abrasadoras lágrimas le brotaron en los ojos. El cuerpo entero le tiritaba del susto, el brazo le tiritaba y la arrugada mano ardiente y lívida tiritaba como una hoja suelta en el aire. Un grito le subió a los labios, un rezo por que lo perdonaran. Pero aunque las lágrimas le abrasaban los ojos y las piernas se le estremecían de dolor y susto, contuvo las lágrimas calientes y el grito que le abrasaba la garganta. -¡La otra mano!- gritó el monitor de estudios".

En otros pasajes de Retrato…, la ausencia de revestimiento imaginario-afectivo parece verse compensada por una exacerbación del campo de los sentidos en el que el olfato cobra una preeminencia hiperbólica. Los olores parecen ser las coordenadas principales de la realidad vital de Stephen. Hay más de cincuenta referencias al respecto. Para citar sólo algunas: "Su madre olía mejor que su padre" / "Había en la capilla un frío olor a noche. Pero era un olor santo. No era como el olor de los aldeanos viejos (...) era un olor a aire, a lluvia, a turba, a pana" / "Han sabido quiénes eran por el olor" / "Estos son orines de caballo y paja podrida (...) Es bueno respirar este olor" / "El mismo aire de este mundo, este puro elemento, se hace hediondo e irrespirable si ha estado cerrado por largo tiempo. Considerad cuál no será la hediondez del aire del infierno" / "Le sobrevenía una sensación de olor a humedad triste de cueva, a vejez" / "Olió el cuerpo de ella. Una agitación consciente le bulló en la sangre, un olor salvaje y lánguido".

Es interesante recordar aquí lo que afirma Freud en "El malestar en la cultura": que, en la evolución del hombre, el olfato es el sentido que debió reprimirse y casi perderse al pasar a la posición bípeda; una pérdida producto de la cultura. Pues bien, el ego joyceano lo recupera.

De tal manera lo hace que resulta notable lo que le ocurre al protagonista de Retrato… cuando quiere autocastigarse por sus excesos sexuales con una prostituta. Decide someter cada uno de sus sentidos "a una rigurosa disciplina" mediante distintos rituales de control, pero tiene mucha dificultad para mortificar el olfato: "…en tanto no descubría en sí mismo ninguna repugnancia instintiva por los malos olores, ya fueran los olores del mundo exterior, como los del estiércol o el alquitrán, o los olores de su propia persona, entre los que había hecho muchos curiosos experimentos y comparaciones".

Esto permite entender por qué se habla de la "obsesión cloacal" de Joyce, así como también permite ampliar el ángulo de lectura con el que se considera su relación con Nora, de la que Lacan dice: "son como chanchos".

 

Una escritura en tanto "otra"

En el Seminario 23, Lacan transforma al objeto en osbjet y se refiere a la letra a minúscula que lo acompaña como un hueso (os) que extrae del vocablo autre, pues esta letra muestra la "intrusión de una escritura en tanto otra" [autre], en tanto "viene de otra parte que del significante". Viene de la letra, escrito que irrumpe en la cadena significante (Seminario 18) como hueso de lo real, como significante solo que da cuenta del enjambre de lalengua, de la cual el inconsciente estructurado como un lenguaje no es más que "una elucubración de saber" (Seminario 20), su "ornura" (Seminario 22).

El problema que nos plantea FW es que su escritura es toda ella "otra", toda ella es letra, como si la dimensión real de lalengua estuviera presente sin el ornamento del lenguaje; también ella, como el cuerpo, sin revestimiento imaginario, forcluido el sentido; lalengua en su materialidad sensorial, sin semblantes.

Es por esto que el FW de Joyce le plantea una segunda dificultad al común de los mortales: no enganchamos con su sinthome escritural, pues no nos concierne en nada, "no hay oportunidad de que atrape algo del inconsciente de ustedes", dice Lacan, ya que no se somete a los equívocos del sentido. No se refiere a la dimensión del enigma, al sentido encriptado en los innumerables lapsus calculados de Joyce que ponen al trabajo de descifrado a los académicos, sino a su goce sinthomático. Lo dice así Lacan: "Eso se lee... Y si se lee, es porque está presente el goce de quien lo ha escrito"; "es lo único que se puede atrapar en su texto".

No es el caso de Retrato…, muy legible, pero quizás más inquietante, porque su legibilidad es de algún modo alterada por ciertos datos que dan cuenta de una sutil puesta en abismo en esta novela. Ella puede leerse como un escrito en el que Joyce cuenta, a través de su alter ego, cómo escribirá en el futuro. Nos da algunos datossobre los procedimientos escriturales que pondrá en práctica en Ulises y en FW, anticipa cómo contaminará el lenguaje.

Y lo cuenta de un modo tal que ya implica ponerlo en práctica. Describe en Retrato: "Había un ruido de levantarse y vestirse y lavarse en el dormitorio"; ruidos y olores se tornan sentidos privilegiados que impregnan la escritura misma, no solo la realidad que ella eventualmente representa; así, la palabra "kiss" no representa al beso, ya lo es, por su sonido. Por otro lado, aparecen las baladas y canciones de cuna para niños que introducen el nonsense del laleo infantil (de donde Lacan extrajo su concepto de lalangue). También en esta novela se constata lo que en FW es muy usado como recurso: el marco como equivalente a lo que se cuenta; por ejemplo: el compañero que lo tira a un pozo (well) se apellida Wells.

La poética joyceana de Retrato… es una poética que avanza y anticipa lo que en el FW alcanzará su cima: hacer de las palabras materia real de goce, con efectos poéticos y a veces obscenos, o jugando en el límite entre unos y otros.

Puede pensarse que la escritura de Joyce responde a un tipo de actividad sublimatoria que sin duda no está anclada en ningún ideal (sus textos eran rechazados por las editoriales de su época); pero tampoco es simplemente la sublimación en la que la pulsión alcanza, sin represión, su meta de satisfacción en objetos sustitutos de los sexuales. Este irlandés trabaja con lalengua de tal manera que Lacan dice que ahí goza, que escribiendo goza de forma directa.

Lo que Joyce sabe hacer convoca, causa, es fuertemente fecundo en el sentido psicoanalítico de lo que sería una práctica desublimada[4] (en tanto no sostenida en ningún ideal ni nombre estándar) pero, justamente por eso, también decididamente sublimada en el sentido fuerte que le da Lacan a este destino de la pulsión en su Seminario 16: "Toda creación artística se sitúa en este rodeo de lo que queda de irreductible en el saber, por cuanto se distingue del goce. Para el neurótico, en cambio, el saber es el goce del sujeto supuesto saber. Y por eso él es incapaz de sublimación".

NOTAS

  1. Este texto es el producto del trabajo en un cartel que integro junto con Ángeles Córdoba, Mónica Gurevicz, Delia Molina y Claudia Zampaglione sobre el tema de la sublimación.
  2. Las citas de Retrato del artista adolescente pertenecen a la edición de Losada, Buenos Aires, 2012.
  3. J.-A. Miller aporta el matema "L" para el concepto de letra (cf. su artículo "Remarques et questions" en Analytica 55 "La chose japonaise", Navarin, 1988).
  4. Cf. J.-A. Miller, El ser y el Uno.