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#16 | NOVIEMBRE 2017 | Sumario
La mesita de luz
Por Marcela Molinari, Claudio Spivak y Claudia Zampaglione

Entrevistas a Luisa Valenzuela, Claudio Godoy, Martín Kohan y Blanca Sánchez.

En esta ocasión dos escritores y dos psicoanalistas respondieron a las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál fue tu primer contacto con una biblioteca?
  2. ¿Qué personaje de la literatura te marcó o te generó algún sentimiento en particular (de amor, odio, admiración, etcétera)?
  3. ¿Qué estás leyendo actualmente?

 

Luisa Valenzuela*
1. Imagino que aluden a las bibliotecas privadas, no las públicas. En mi casa siempre hubo una nutrida biblioteca y todos los libros estaban a mi alcance, pero desde que tuve un mínimo uso de razón quise tener la mía propia; la armé con cajones de fruta apilados y la fui nutriendo con libros de segunda mano comprados en especie de ventas de garage que armaban los ingleses de Belgrano R, cerca de mi colegio. Y con los que me regalaban, claro está. Ahora bien, si de bibliotecas públicas se trata, mi primer contacto fue con la fascinante Biblioteca Nacional en tiempos de Borges. El edificio de la calle México había sido creado para la lotería nacional y encerraba muchos misterios, además de los libros.

2. Huckelberry Finn y Guillermo Brown fueron mis ídolos de la infancia. Más adelante Sandokan, el tigre de la Malasia, y Nancy Drew que era una detective adolescente cuyas aventuras devoraba cuando las conseguía. Ese tipo de identificaciones y pasiones alimentó mi juventud. Ahora los personajes de novela me seducen cuando están bien escritos, más allá de sus acciones o personalidades.

3. Como de costumbre, ando leyendo varios textos a un tiempo. Saboreo lentamente El cuarto secreto, novela de la escritora colombiana Claudia Ivonne Giraldo. Y leo a los saltos un libro que compré años atrás en Chile, Mapuche, gente de la tierra, porque tenemos una presentación de Pen el 12 de este mes de octubre sobre lenguas originarias y demás.
También leo a los saltos Money and class in America de Lewis Lapham, porque me enredé en una conferencia sobre el tema dinero, ese dios del presente, ¡que el otro dios me ayude!

* Escritora.

 

Claudio Godoy *
1. Las bibliotecas fueron tomando relevancia en mi adolescencia a medida que comencé a interesarme por el psicoanálisis. Es el momento en que se descubre que hay otros libros que los que pueden adquirirse en las librerías, una masa de publicaciones que el tiempo rápidamente borra y que sólo las buenas bibliotecas atesoran. Ellas me han enseñado también otros modos de leer, consultar e investigar. Todo lo cual me fue muy útil cuando mis lecturas me llevaron a Lacan. A partir de ese encuentro fue un estallido: cientos de referencias por buscar, autores desconocidos para investigar, obras agotadas, claves a descifrar, referencias literarias, lingüísticas, filosóficas, matemáticas, etcétera. ¡Todo esto en una época en que no existía Internet o Wikipedia! Allí empezó un peregrinar por bibliotecas (tampoco había consultas on line), a la vez que me llenaba de fotocopias y anotaciones diversas. Todo ese trabajo me recompensó haciéndome conocer un sin número de obras y autores magníficos de las disciplinas más insospechadas. Son los beneficios del lector lacaniano perseverante.

2. Más que personajes son ciertos libros los que me han marcado. Algunos están fuertemente asociados a un determinado momento de la vida. Otros, en cambio, me acompañan. Por ejemplo, la Poesía vertical de Roberto Juarroz, a la que siempre vuelvo.
Si me remito a un hallazgo más reciente citaría la Vida de Samuel Johnson de James Boswell, en la magnífica edición íntegra que publicó, por primera vez en castellano, Acantilado en el 2007. Considerada una de las más grandes biografías, es una excepción en el género. Johnson, notable hombre de letras del siglo XVIII inglés, se vuelve un personaje que trasciende las épocas por la biografía que escribe su amigo Boswell, quien estimaba su conversación más admirable que sus escritos. Se superponen allí charlas, reflexiones éticas y literarias, reuniones casuales, cartas y digresiones de todo tipo. Escrito con talento de dramaturgo, es también una especie de diario y anecdotario en donde se destaca la elegancia, el humor y la fina ironía inglesa. Aquí el biógrafo crea el personaje del biografiado pero también el suyo. Boswell y Johnson son, a la vez, autores y entrañables personajes de este libro inagotable de unas 1900 páginas. Puede abrirse en cualquier página y entrar en una conversación interminable, siempre interesante.

3. Suelo leer diversas cosas simultáneamente. En este momento tienen en común que son libros que auscultan la época. Uno es Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutación conectiva de Franco Berardi, que indaga el tipo de mutación que genera la tecnología digital en las formas de percepción y sensibilidad del cuerpo. Otro es Para salir de lo postmoderno de Henri Meschonnic. También me ha interesado La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX de Jürgen Osterhammel, un historiador alemán que señala la importancia de una nueva lectura del siglo XIX para captar las transformaciones radicales y el inicio de los procesos de globalización que inciden en el nuestro.

* Psicoanalista, miembro de la EOL y de la AMP.

 

Martín Kohan *
1. En mi casa de infancia había dos bibliotecas: una presente y una ausente. La presente, a la que también podemos llamar real, era modesta, tanto en cantidad como calidad. Apenas un puñado de libros, entre los cuales no podían faltar (y no faltaban) alguno de Marcos Aguinis, Las tumbas de Enrique Medina, Flores robadas en los jardines de Quilmes de Jorge Asís; más otros volúmenes del best sellerismo internacional, del tipo de Erica Jong. Mis padres no eran demasiado lectores que digamos, y este par de filas de libros en general no demasiado deslumbrantes lo expresaba bastante bien. Pero además de esta biblioteca presente, la del comedor de mi casa, había, como dije, una biblioteca ausente: la biblioteca que mi papá sostenía haber reunido y aprovechado en su juventud, que se supone que había quedado en su casa de soltero (esto es, la de mis abuelos) y de la que inexplicablemente no parecía haber quedado ni tan sólo un ejemplar. Biblioteca perdida, era perfecta, rotundamente perfecta, puesto que existía solamente en la memoria de mi papá. No recuerdo qué edad tenía yo cuando advertí que esta biblioteca nunca había existido, que era todo una mentira. O que existía, sí, pero fabulada en todo caso por mi papá. Biblioteca imaginaria, no expresaba ningún pasado suyo de lector: ese pasado nunca había existido, y ese lector mi papá nunca lo fue. Pero quiso serlo, evidentemente, o quiso serlo retrospectivamente. Y no había ningún libro, ninguno en absoluto, que no hubiese formado parte de aquella biblioteca inefable: mi papá lo juraba con absoluta convicción. De ese modo, a golpes de pura falacia, me transmitió, bajo la forma paradojal de su inconfesada frustración, el deseo de ser lector, el deseo de lectura.

2. Emma Zunz, de Borges. Un gran personaje en un gran cuento sobre pasiones, cuerpo, sexo, violencia (que se haya dicho de Borges que era un escritor frío, geométrico o inmaterial resulta francamente desconcertante si uno piensa en Emma Zunz). La compleja relación que Emma establece con su propio cuerpo, lo que ella le hace hacer y lo que el cuerpo le revela a cambio, me resulta extraordinario. Y me resulta extraordinaria la manera en que, en un juego impar de premeditación y acción, es decir de ficción y experiencia, se anudan en ese cuerpo el fingimiento y la verdad.

3. Estoy leyendo El innombrable, de Samuel Beckett. ¡Estoy más en el lenguaje que nunca!

* Escritor.

 

Blanca Sánchez *
1. Mi primer contacto con una biblioteca fue a los 6 años, en la biblioteca barrial de Villa Devoto. Por ese entonces funcionaba en un enigmático edificio con forma de castillo que ocupaba una pequeña manzana de forma triangular (creo que aún está pero ahora funciona una confitería... El mercado hace esas cosas...). Aún recuerdo el impacto no sólo de haber podido entrar al "castillo" sino que este contuviera libros. Grande fue mi sorpresa. También recuerdo los pisos de madera y el olor a libro viejo mezclado con humedad. Había acompañado a mi madre. Ella fue quien retiró un libro para consultarlo allí, pero eso inauguró la posibilidad de que yo hiciera lo mismo cuando lo necesitara.

2. Vuelvo a mi infancia. Un personaje que me impactó fue el de una niña llama Linlin de un libro para niños titulado Reportajes supersónicos. Linlin era periodista, tenía un grabador y entrevistaba a variados personajes, famosos o no, significativos para ella en general; entre ellos, por ejemplo, al hombre que había llegado a la luna. Admiraba que fuera tan desinhibida y ocurrente, pero sobre todo, su curiosidad y ansias de saber.
Otro personaje que me impactó, pero negativamente, fue Charles Bovary; me resultaba insoportable que no viera la realidad que se desplegaba frente a sus ojos, me parecía tonto.
Pero el que me gustaría rescatar es el personaje de Francesca de la novela de Sandor Marai, La amante de Bolzano; creo que realmente ilustra la posición femenina en el amor. Me fascinó el monólogo que tiene con Giacomo Casanova. ¡¡Quién pudiera amar como ella!!

3. Tengo dos categorías de lectura. La lectura por placer y la lectura que responde a los compromisos, como clases, trabajos a presentar, que por supuesto también es por placer, pero no está sujeta a la libre elección como la primera.
Por libre elección estoy terminando Cuentos de amor de Junichiro Tanizaki. Muy hermosos. Por los compromisos tomados estoy releyendo Marguerite Duras, El arrebato de Lol V. Stein y me voy a abocar también a un libro de Dominique Noguez que se llama Duras, toujours, que conseguí en la librería del Congreso de la AMP cuando se hizo en Río de Janeiro. Una lectura que quedó pendiente desde entonces.

* Psicoanalista, miembro de la EOL y de la AMP.