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#15 | JUNIO 2017 | Sumario
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Los miedos de los niños
Jacques-Alain Miller y otros, Paidós, Bs. As., 2017.

Por Claudio Spivak

Este libro se inscribe en la senda marcada por la creación del Instituto Psicoanalítico del Niño,[1] en el corazón de la Universidad Popular Jacques Lacan. También se suma a los ya publicados en la Colección del Instituto Clínico de Buenos Aires.

La obra recopila las intervenciones realizadas durante la primera Jornada de Estudios del Instituto el 19 de marzo de 2011.

En la presentación, Judith Miller habla del paso dado por el Instituto, que implica "proteger a los niños de las buenas intenciones y varias prevenciones de las cuales son objeto en la actualidad". Indica la autora que estas "buenas intenciones" y las "varias prevenciones" están al servicio del amo y, por lo tanto, son perfectamente conformistas.

En este aspecto la exposición de Jacques-Alain Miller, nos orienta a tematizar qué es un niño. Dirá Miller que el niño es, por excelencia, el nombre dado al sujeto "a educar". El niño, es entonces, el sujeto entregado al discurso del Amo por el sesgo del saber.

Agregará Miller que el niño hoy es un asunto de poder. De este modo, las diversas controversias actuales en torno a la educación son, en verdad, determinación de políticas cuyo eje principal es la producción de sujetos… sujetados.

Dos preguntas orientan a los trabajos presentes en el libro: ¿qué enseñan los niños en relación a sus miedos? Y ¿qué enseña el miedo a los niños?

Una treintena de trabajos se organiza bajo títulos como "Partenaires feroces", "¿Miedos en la escuela?" y "Fobias hoy". Particular interés despierta el apartado denominado "Los niños de Lacan", donde diversas producciones recorren la enseñanza de Lacan, localizando dichos y teorizaciones relativos al niño. Judith Miller las llamará "perlitas". Así desfilarán, entre otros, "Los niños de los complejos familiares", "El niño del fort-da" o "El pequeño Hans de Lacan".

Retornando a la "Orientación" (nombre de la intervención) de J.-A. Miller, un parágrafo se refiere a la tarea del psicoanalista. Aquí una serie de precisiones nos permiten pensar la veracidad de la posición de un analista en la clínica: la posición del analista solo puede operar con el niño bajo la condición de no ser siervo de conformismo alguno y, en especial, de no ser siervo del conformismo del saber psicoanalítico.

En esto, los trabajos que constituyen el libro, se emplazan no intentando elaborar y aislar como una "especialidad" el psicoanálisis con niños, sino, contribuir al discurso analítico.

NOTAS

  1. El instituto, tal como indica Daniel Roy en el prefacio, reúne la experiencia acumulada por los distintos grupos CEREDA, los laboratorios interdisciplinarios del CIEN y los establecimientos de la Red Internacional de las Instituciones Infantiles.

 

Lo femenino, entre centro y ausencia
Miquel Bassols, Grama, Bs. As., 2017.
Por Silvina Rojas

Miquel Bassols reúne en este libro trabajos expuestos o publicados a lo largo de 5 años en los que delinea una investigación sostenida alrededor de lo femenino. El Uno que los reúne es lo femenino no como género sino como alteridad radical en el campo del goce. Y es en ese campo que lo femenino introduce, la paradoja de un borde que "rebasa sus propios límites".

Desde el comienzo, esa paradoja se despliega en distintas aristas que la fórmula de Lacan "entre centro y ausencia" localiza: "…si hay centro el borde es una ausencia, si hay borde ya no hay centro posible".[1]

Bassols, siguiendo a Lacan, trae la topología y la matemática en auxilio para poder decir lo femenino de otro modo que aquel lenguaje sostenido en la lógica significante y la lógica métrica. El borde distinto de una frontera se desliza topológicamente en una continuidad entre exterior e interior que finalmente hará que desde el interior pueda venir el desborde que irrumpe. Y el límite, definido matemáticamente como "aquello que en la serie de los elementos" no se podrá incluir de ninguna manera en dicha serie"[2] desplazando la esencia de la serie fuera, el límite ya no como barrera o impedimento sino, dice Bassols, como "empuje a lo infinito". Infinito y no todo que nombran el "no cesa de no llegar" resonado con lo real en Lacan.

El recorrido de lectura nos lleva por esos bordes, que más allá de un límite y a modo de litoral desliza por otros discursos con la pregunta por el tratamiento de ese Otro goce, radicalmente Otro. En el discurso de la ciencia, las letras, lo religioso, en uno finalmente que se dice un hombre o en una mujer. Lo femenino como alteridad radical no cesa de no empujar a su demostración. Es lo femenino que se pierde cuanto más se busca por el lado de las respuestas de las falsas simetrías y reciprocidades.

Las mujeres, una a una que Miquel Bassols presenta en su escritura, tienen su modo singular de decir sobre esa "oscura transparencia", "esa zona de extimidad del goce del Otro, del goce del Otro si existiera", como indicaba Lacan, "el castillo interior" en Santa Teresa, espacio y puerta que hay que "abrir llamando desde el interior".

Ahora bien, Bassols advierte del cuidado de "idealizar" ese espacio y ese goce en tanto es el mismo espacio de infinitud donde "puede suceder toda suerte de transmutaciones subjetivas, de mutaciones, de 'revelaciones más bien siniestras".[3] Pero también, el autor nos orienta en las huellas de lo posible: "Devolver la palabra al otro" y la función del amor, como la contingencia de un encuentro, es la apuesta para que ese espacio no quede librado al pasaje al acto más mortífero, para que algo del que "no cesaba de no escribirse pueda cesar de no escribirse […] haciendo letra de lo indecible".

Lo femenino, entre centro y ausencia se vuelve un libro imprescindible para seguir las huellas de "lo femenino".

NOTAS

  1. Bassols, M., Lo femenino, entre centro y ausencia, Grama, Bs. As., 2017, p. 17.
  2. Ibíd., p. 19.
  3. Ibíd., p. 164.

 

El último de los oficios. Entrevistas a Marguerite Duras, 1962-1991
Paidós, Bs. As., 2017.

"Escribir, un dique contra el océano materno"
Por Claudia Zampaglione

"Cuando el lenguaje está por encima del acontecimiento".

El título de esta reseña parafrasea la novela de Duras Un dique contra el Pacífico publicada en 1950, donde Duras ficcionaliza la tragedia de la madre viuda y los hijos. El título condensa también una hipótesis del lugar que ha tenido la escritura para esta autora imprescindible. En una entrevista se le pregunta: "Si usted hubiera tenido otra madre, ¿habría escrito?" Y en su respuesta no duda: "Oh, sí. Era más fuerte que mi madre misma. Es la única cosa que fue más fuerte que ella".

Este libro es una recopilación de entrevistas que Marguerite Duras dio a la prensa escrita, la radio y la televisión entre sus 48 y sus 77 años. El prólogo de Guillermo Saccomanno recorre el hilo de su pasión existencial: escribir. Califica a la escritura durasiana como una escritura lesionada. "La lucha en la construcción del dique figurará, recreada una y otra vez, en varios de sus libros. Es el dolor de saber –dice– por qué uno escribe".

En el epílogo, Sophie Bogaert nos presenta su apuesta en esta selección: el aspecto "externo" a la obra dice algo esencial de la obra misma. El discurso oral de un autor sobre su trabajo es la punta del iceberg, generalmente desdeñada, por ser demasiado exterior. Sin embargo, estas tres décadas de confidencias de la artista sobre su propia creación resultan una especie de autorretrato en movimiento que puede leerse en su continuidad, pero que también admiten una lectura salteada. En este libro se puede asistir a la cocina de cada una de sus novelas, de sus películas, de sus obras de teatro, a la historización de su propia vida, al lugar del amante, "una especie de puesta en abismo que ha eclipsado a los demás amores de mi vida. Sin duda porque fue sin enunciado, sin declaración. Hay en eso algo de inagotable". Pero principalmente, en estas entrevistas se puede leer una reflexión muy profunda sobre el acto mismo de escribir: "Todos los libros tratan el mismo tema: la escritura. Cuando no hay escritura, no hay libro".

La pregunta ¿qué es escribir? recorre todo el libro y las respuestas de Duras a esta interrogación fundamental tienen diversas declinaciones:"Escribir es dejarse llevar por la escritura. Es saber y no saber lo que uno va a escribir".

En Duras, escritora de lo íntimo, se conjugan inextricablemente vida y escritura. Como ella misma dice: "Un ser está tanto en sus libros como en sus actos, en sus palabras, en su comportamiento cotidiano". Pero es la escritura y no la vida la que define su ser. "Mi ser escritora me cuenta mi vida y yo soy su lectora. Modifica lo que fue vivido ayer en razón de lo que fue vivido hoy". "Que la vida es cronología es falso. Mientras uno va viviendo un acontecimiento, lo ignora. Solo después, mediante la memoria, uno cree saber qué hubo". La escritura de Duras nos enfrenta al peligro de remitir su obra a hechos de la vida realmente vivida. Es ella misma la que nos advierte contra ese peligro: "Se trataba de hacer salir esa historia del caparazón de mi propia historia, de quitar del medio un obstáculo, el de haber sido yo misma testigo".

Duras comenzó a escribir a los 26, 27 años, un poco tarde, a su entender. "El acto de escribir es un viaje a lo desconocido", "cuando escribo un libro me lanzo a la aventura". Hay una pregunta que insiste y que tiene que ver con las circunstancias que la impulsaron a escribir y que Duras va a intentar responder de muchas maneras: "La guerra…, el aborrecimiento de la guerra… mi infancia… el momento de la receptividad absoluta de nuestra existencia. Sin infancia no habría psicoanálisis", agrega. Pero un libro no es para ella la necesidad de escribir algo en particular, sino la necesidad de "escribir a secas", "el pretexto de la escritura: la trama de la novela, viene después". Duras confiesa que sí se cansa de escribir: "…con cada novela tengo la impresión de que ya está, que ya es suficiente, y después… todo recomienza". El suyo es verdaderamente "el último de los oficios" –dice– es doloroso, angustiante, ocupa el lugar de otras cosas en la vida". Y se pregunta: "¿Por qué uno no se vuelve loco? Escribir es un suplicio, sin duda, pero cuando uno ha comenzado ya no puede salir".

En relación a la decepción que produjeron a la crítica dos obras de teatro, Duras explica: "Escribí una pieza a partir del sinsentido. La crítica está habituada a las significaciones claras. En La Shaga no hay ninguna frase que signifique algo. Es el tema del no tema… ya tenía suficiente de las piezas teatrales que significaban algo, de las falsas profundidades".

"Yo trato de hacer lo que llamo 'libros abiertos', proposiciones, estructuras en las que el lector 'desliza' su propio libro. ¿Y cómo llegar a eso? Evidentemente por el estilo, 'no diciendo'. Hago… una suerte de tentativa de retiro del sí mismo, del yo hablador ante el yo que escribe". Este acto de borrar su yo ante el lector, de ofrecer su libro como receptáculo donde cada lector lo llenará con sus propios fantasmas, nos evoca también el lugar del analista, un libro de páginas en blanco que se escribe en el análisis.

Finalmente para Duras la escritura es invención: "Creo que inventé completamente Manchuria, pero ya no puedo prescindir de esa palabra", balbuceo, "No puedo llegar a decirlo bien. Tal vez si lograra decirlo, ya no escribiría". Y alivio, "Yo escribo para desplazarme del yo al libro. Para aligerarme de mi importancia. Que el libro tome mi lugar. Para masacrarme, arruinarme, hundirme en el parto del libro. Y surte efecto. A medida que escribo, existo menos". Como dice Lacan "Marguerite Duras revela saber sin mí lo que yo enseño", en la voz de Duras encontrarán también la respuesta a su homenaje.

 

Revista Lacaniana N° 22 "El demonio del pudor"
AA. VV., Grama, Bs. As., abril de 2017.

Por Marcela Molinari

De color verde llegó a fines de abril nuestra Lacaniana 22, titulada "El demonio del pudor". Comienza con un inédito de Lacan; se trata de una entrevista en la revista italiana Panorama, realizada a Jacques Lacan por Emilio Granzotto en 1974. En ella Lacan despliega sus comentarios sobre las tareas imposibles: gobernar, educar, ejercer el psicoanálisis y agrega una cuarta, la ciencia, y dice: "…con la única salvedad que los científicos no saben que su posición es insostenible". También habla del miedo del neurótico, de su sufrimiento por no comprender: "El neurótico es un enfermo que se cura con la palabra y sobre todo con la suya. Debe hablar, contar, explicar él mismo (…). La palabra es la gran fuerza del psicoanálisis". Algunas preguntas le permiten explayarse acerca de cuestiones como el progreso del mundo, la ciencia y el sexo.

En el texto "El psicoanálisis, la ciudad, las comunidades", Jacques-Alain Miller hace un recorrido desde el síntoma estorbo en las comunidades analíticas reunidas alrededor de una práctica profesional, presentando al pase como elemento constitutivo de dicha comunidad.

En consonancia con lo enunciado por Miller se abren en abanico los testimonios de pase. El de Angélica Marchesini, "Roncadera I"; el de María Cristina Giraldo, "La voz opaca";el deKuky Mildiner, "De la solución matemática al régimen del encuentro"y el de Beatriz Udenio, "El valor de un gesto".

A continuación, las consideraciones sobre el cartel del pase muestran cómo el pasante con su invención reduce lo simbólico a lo real, produciendo un cambio en su programa de goce.

El cartel como dispositivo y su apuesta a que algo cobre relieve, constata la eficacia del dispositivo y verifica que al final del análisis hay del Uno. Un texto precioso de Leonardo Gorostiza "Una demostración Encarnada", pone de manifiesto qué se espera del pasante para que se produzca el "acontecimiento pase".

Las resonancias de las Jornadas Anuales de la EOL 2016, "Hiperconectados", están representadas por tres trabajos presentados en esa ocasión por Mauricio Tarrab, Néstor Yelatti y Oscar Zack.

En "Recorriendo la AMP" encontramos el texto de Esthela Solano-Suárez donde elucida una frase de Freud a propósito del Hombre de las Ratas: "Para él, mirar tiene el valor de tocar" y Pierre Naveau en "La vergüenza y la mirada" diferencia la mirada sartreana de la lacaniana. Escritos sumamente clínicos que bordean el agujero en juego cuando de pudor se trata.

En la sección "Leer Lacan", los autores abordan el tema del pudor desde diversos ángulos. Pudor y falo, pudor y mirada, pudor y deseo, pudor y castración, pudor y sexualidad femenina, pudor y no relación sexual.

En la entrevista "Tolerar lo incapturable" que la directora de Lacaniana y su Comité de Redacción hicieron al director de teatro Rubén Szuchmacher, este señala lo incapturable en las artes escénicas.

"El analista curioso" invita a asomarnos al pudor y sus demonios y, siguiendo la enseñanza de Lacan, se deja enseñar por los artistas como lector-espectador de teatro, cine, poesía y pintura.

Los colegas de Gualeguaychú y Santiago del Estero hacen de "Territorio lacaniano" un espacio aún más federal.

Bajo la rúbrica "Clínica", queda expuesto el quehacer del analista, su práctica en este presente donde la caída del pudor como velo parece ser la norma y donde, sin embargo, hay lugar para el misterio, como en los frescos de la ciudad de Pompeya que ilustran el número.