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#14 | NOVIEMBRE 2016 | Sumario
La Biblioteca Alexandrina. El ideal del saber total
Por Virginia Notenson

El apogeo y declive de las civilizaciones quizás pueda medirse por la construcción y destrucción de sus bibliotecas. Suprimir los elementos de identidad cultural es una constante en los intentos de dominación y transculturación. Como decía George Orwell en su gran obra 1984, metáfora de los estados totalitarios: "Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controla el futuro". En la Antigüedad, las grandes ciudades del Mediterráneo se reconocían por la importancia de sus bibliotecas, por ejemplo, en Éfeso estaba la de Celso, erigida en 101 D.C. que llegó a contener 12.000 volúmenes.

 
Biblioteca Alejandría   Quema Biblioteca de Alejandría.

En la Ciudad fundada por Alejandro Magno, la biblioteca constituía el gran centro del saber en la Antigüedad ya que aspiraba a concentrar y compilar todas las obras de todas las épocas y de todos los países con el fin de conservarlas para la posteridad. Creada en el año 331 A.C. llegó a poseer cerca de 700.000 libros (las cifras difieren según los historiadores).

La Gran Biblioteca estaba situada en el Complejo Palacial, dentro del Museo –verdadero templo dedicado al saber. Anexada a la misma estaba el monumental Templo Serapeo dedicado al culto del Dios Serapis, que contenía una segunda biblioteca a la que se llamó la Biblioteca-hija. En 2004, un equipo de arqueólogos egipcios descubrió trece salas de conferencias, con sus podiums centrales. Cada estancia habría estado dedicada al estudio de una disciplina diferente. El Consejo de Antigüedades de Egipto infirió que se habrían podido acoger a unos 5.000 estudiantes en las mismas. Era una gran institución dedicada al saber en su época. El Imperio romano llegó a modernizarla incorporando calefacción central mediante tuberías, con el fin de mantener secas las obras de los depósitos subterráneos. Estas se presentaban en dos formas: en rollos de papiro o pergamino, llamadas volúmenes y en forma de hojas cortadas que formaban tomos. Cada una de estas obras se podía dividir en partes o libros. Las copias se hacían a mano y contenían las correcciones, lo que les daba un valor mayor que las originales. A los redactores abocados a trabajos sobre textos –por ejemplo, los homéricos– se les daba el título de bibliotecarios. Una de sus funciones era buscar los saberes de todas las culturas y en todas las lenguas conocidas, valiéndose de negociadores, para comprar o pedir en préstamo bibliotecas enteras de las que se hacían copias. El primer bibliotecario fue Zenódoto de Éfeso, quien junto al poeta Calímaco llegó a la catalogación de todos los volúmenes y libros, catálogo temático, al que se llamó Pinakes.

La destrucción de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los mayores desastres culturales de la historia. Desastre comparable a la quema de libros posterior a la toma de Constantinopla por los Cruzados en 1204; la destrucción de los Códices mayas por la Inquisición en América en 1562; la quema de libros ordenada por Goebbels en 1933 en la Bebelplatz de Berlín; y dos episodios recientes:[1] el incendio de la Academia de Ciencias de Egipto en El Cairo en 2001 –en el que se perdieron 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII y la quema de la Biblioteca de Bagdad en 2003 ante la pasividad de las tropas norteamericanas.

 
Nueva biblioteca de Alejandria, Egipto   Nueva biblioteca de Alejandria, Egipto

La Biblioteca de Alejandría sufrió un incendio en el año 47 A.C. durante un ataque al Palacio, en el que se calcula que se quemaron 40.000 rollos que Julio César pretendía transportar a Roma. Años más tarde, Marco Antonio donó gran número de libros procedentes de la Biblioteca rival de Pérgamo, que había sido diseñada tomando como modelo la de Alejandría. Con la caída del Reino Ptolomeico de Egipto en manos de Roma –la capital del Imperio–, la ciudad y su biblioteca fueron perdiendo empuje. Cayó el ideal de totalidad que había imperado hasta entonces y que implicaba la recopilación de todo el saber, incluyendo el de los pueblos no griegos, tradiciones egipcias y judías, los himnos de Zoroastro, etc. El siglo II estuvo marcado por usurpaciones políticas y graves conflictos: el Emperador Aureliano arrasó la ciudad de Alejandría y posteriormente, durante el reinado de Diocleciano, el Complejo Palacial fue devastado. Aún así las consecuencias más graves se dieron con la proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio. En la lucha contra el paganismo, se destruyó la Biblioteca del Serapeo en el año 391, y se eliminaron los escritos del paganismo clásico de la Biblioteca Real. En el año 415, Hipatia de Alejandría, filósofa y científica, última representante de la tradición filosófica alejandrina, es asesinada en manos de una horda de monjes cristianos. Pero el daño mayor se produjo en el año 640 con la invasión árabe al Imperio Bizantino. Alejandría fue tomada por los musulmanes y el Califa Omar instruyó que: "Si los libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si estos se oponen al Corán, deben ser destruidos". Para dar una idea de la cantidad de libros que contenía en ese momento la Biblioteca, basta con saber que fueron usados como combustible en los baños de la ciudad durante seis meses.

En 2002 se inauguró la Nueva Biblioteca de Alejandría promovida por la Universidad de Alejandría, patrocinada por la Unesco y el Programa de desarrollo de las Naciones Unidas.

Biblioteca de Éfeso

El edificio de 36.700 metros cuadrados simboliza el sol de Egipto iluminando al mundo y a la civilización. Está conformada por una biblioteca general y nueve bibliotecas especializadas, centros de investigación académica, museos, salas de exposiciones permanentes de artes visuales y colecciones, centro de conferencias, foro para el diálogo y estudios políticos, etc.

Podríamos decir que la Nueva Biblioteca está signada por una tarea imposible ya que conserva el espíritu de la antigua, el intento de crear un súmmum del conocimiento.

Borges, en su cuento "La Biblioteca de Babel", imaginó la existencia de una "Biblioteca total, que almacenara todas las posibles combinaciones de las veintitantas letras del abecedario, junto a los símbolos ortográficos. Dicha biblioteca, al existir ab aeterno, garantizaría la eternidad futura del mundo". El hombre, en cambio solo podría acceder a un recorrido limitado, dentro del anaquel que le tocara en gracia, es decir, a un breve saber. Sería "el imperfecto bibliotecario". La existencia de La Biblioteca, dice Borges, "lanza(ría) a los hombres a la búsqueda de los secretos del Universo, pero también trae(ría) consigo, primero la felicidad y luego una profunda depresión, (ya que) no encontrarían en ella, en las verdades que contiene, la suya propia. Así, se suscitarían vindicaciones, una secta blasfema que propondría que fueran los hombres los que construyeran con las combinaciones de letras y símbolos, mediante un improbable don del azar, los libros canónicos que revelaran las verdades del Universo. Otros, a la inversa, creerían que lo primordial sería eliminar las obras inútiles, generando la perdición de millones de libros, debido a su furor ascético…" Historia ya conocida…

Borges se pregunta: "¿Existirá en algún anaquel un libro total?" Y agrega: "…sospecho que la especie humana –la única– está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta…" Y concluye: "Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza".[2]

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS

  1. En el número anterior de entrelibros (N°13/julio 2016), Elsa Maluenda escribió una nota sobre los libros prohibidos y quemados en la última dictadura cívico-militar de 1976 en la Argentina: "Desenterrando libros prohibidos".
  2. Las citas de "La Biblioteca de Babel" (1941) son de Jorge Luis Borges, Obras Completas, Tomo I, Emecé Editores, Bs. As., 1974, pp. 465-471.