EntreLibros | Boletín de la Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana EntreLibros
 
 
 
#11
Octubre 2014
 
Sumario
Editorial
Primera Noche de Biblioteca. Video subtitulado de J.-A. Miller en el Teatro Sorano de Toulouse.
Libros, libros y más libros
La mesita de luz
Nuevas adquisiciones
Actividades de las Bibliotecas
Eventos
Información práctica
 
Edición 11
DESCARGAR EN PDF

Libros, libros y más libros

 

Isak Dinesen*, la feminidad y la letra [1]
Por Miquel Bassols

La relación entre la feminidad y la letra fue planteada por Jacques Lacan en numerosas ocasiones a lo largo de su enseñanza. [2]

Fue por esta vía que pudo ir más allá del callejón sin salida al que llegó Freud con su teoría fálica y con la llamada roca de lacastración al final del recorrido de un psicoanálisis. Curiosamente, el término que Freud encontró para situar esta dificultad fue "el continente negro de la femineidad". Indicaba así la imposibilidad lógica de representar buena parte de la sexualidad femenina según los parámetros de la geografía fálica, una geografía métrica donde todo se mide por la presencia o la ausencia del símbolo fálico. Es de hecho, la geografía que la sexualidad infantil sigue utilizando para dar respuesta a la pregunta por la diferencia de los sexos y es la que el psicoanálisis encontró y sigue encontrando en sus análisis. Pero una vez tomada la brújula de la lógica fálica para mapear la sexualidad femenina, un nuevo continente se abrió para Freud más allá de la localización del goce en el símbolo fálico, una terra incógnita que sigue siendo hoy un lugar de toda suerte de malentendidos y especulaciones.

El instrumento cartográfico de Freud era, en efecto, la estructura edípica con la dialéctica del falo y la castración como símbolos de la diferencia sexual. Pudo explicar así buena parte de los problemas planteados por las neurosis y las identificaciones sexuadas, pero su lógica chocaba con un real imposible de explicar, en especial cuando se trataba de situar la singularidad de la sexualidad femenina en relación a la función de la apariencia, de la mascarada o del "parecer ser", como dirían los barrocos. [3]

Más allá de la lógica fálica
Por ejemplo, en el registro del goce sexual, se dice a veces que es mucho más fácil fingir un orgasmo femenino que fingir un orgasmo masculino.

Del lado masculino, o hay o no hay; es más bien complicado engañar con eso. Del lado femenino, puede haber o puede no haber, puede haber un poco más o puede haber un poco menos, no es seguro. Sin duda, se puede fingir mucho mejor y la lógica binaria que gobierna la geografía fálica se demuestra totalmente imprecisa para explorar los relieves y hondonadas de esa relación con el goce.

Hacía falta una nueva cartografía que la teoría freudiana sólo llegó a describir con esta expresión, "continente negro", como quien dice "obscured by clouds" o, vemos ya el interés para nuestro tema, como una página en blanco.

Hacer de este continente negro freudiano una página en blanco para la letra lacaniana puede resultar entonces una interesante operación de lectura.

La enseñanza de Lacan, a partir de los años cincuenta, interpretó los callejones sin salida freudianos como verdaderas preguntas que convenía desarrollar para sacar sus últimas consecuencias.

Así, a finales de los años setenta la cuestión de la sexualidad y del goce femenino fue un punto de referencia y de elaboración constantes para Lacan. La orientación lacaniana ha podido situar así el tema de las posiciones sexuadas, la masculina y la femenina, el tema del deseo y del goce, más allá de los ideales sociales promovidos por los discursos normativizantes, incluso cuando toman apariencia científica. Para resumir los rasgos fundamentales de esta orientación, diremos que más allá de la lógica fálica, donde el único significante que existe para marcar la diferencia de los sexos es el significante del falo, la pregunta de la feminidad y del goce femenino abre el campo del goce del Otro, del goce como alteridad, donde funciona otra lógica. Se trata de una lógica no dicotómica, no binaria, que no permite construir un conjunto cerrado o un Todo universal sino que funciona como un No-todo que deja el conjunto en estado abierto y obliga a considerar sus elementos uno por uno, sin una definición previa que valga para todos. En la lógica de los conjuntos cerrados, siempre puedo decidir si un elemento pertenece o no al conjunto a partir de un rasgo que defina ese conjunto. En la lógica de los conjuntos abiertos, esto no era ya posible, no hay ningún rasgo que defina un Todo y estoy obligado a considerar cada elemento uno por uno sin poder cerrar el conjunto que defina un universal que valga para todos. De ahí el famoso aforismo lacaniano "La mujer no existe" –no hay un conjunto cerrado que defina a la mujer como universal- o "La mujer es no-toda" –lo que no quiere decir incompleta- o también "hay que contar a las mujeres una por una".

En este campo más allá de la lógica fálica, la función de la letra, tal como la concibió Lacan, permite abordar y escribir aquello que no puede ser simbolizado por el significante en la parte fálica, masculina, de la sexualidad. Esta parte de la feminidad que no pasa por el significante, que suele quedar en silencio para la mujer misma y que se hace presente, por otra parte, en muchos síntomas especialmente femeninos, tendrá así una conexión particular con la función de la letra, en la medida que la letra y la escritura bordean de manera también especial lo imposible de decir o de simbolizar.

En este mundo entre la feminidad, lo imposible de decir y la letra, donde encontramos ejemplar la narración de Isak Dinesen titulada The Blanck Page, "La página en blanco", que hemos resumido en las páginas trece y catorce de este libro. Nuestro comentario supone su lectura, aunque iremos desgranando aquí varios de los párrafos que nos muestran una identidad topológica –de lugar- entre la feminidad y la letra.

Entre las funciones que Lacan encontrará en la letra, funciones que la distinguen de la simple representación gráfica a la que se la reduce a veces, subrayemos una poco evidente: la de dibujar "el borde del agujero del saber" [4], es decir, la de enmarcar lo que no se sabe en el saber, lo que falta y lo hace siempre incompleto. Para decirlo en los términos de la lógica modal que Lacan utiliza; la función de la letra es la de dibujar lo que no cesa de no escribirse en la cadena significante. Función de corte, hasta de recorte (de retall, decimos en catalán) para la letra (lletra).

Lo que "The Blanck Page" hará manifiesto, y lo hará poniendo en acto cierto uso de la letra, es que la feminidad misma tiene esta función de hacer presente el agujero en el saber sobre la sexualidad, de dibujarlo, de recortarlo y enmarcarlo como una página en blanco, hasta hacer de ella una letra, la letra misma del lugar de la feminidad.

Lenguaje y sexualidad
¿Así, pues, la letra es femenina?

De hecho el relato de Isak Dinesen empieza por decirnos que el arte de contar historias es una tradición transmitida por las mujeres, incluso cuando estas historias son contadas por hombres.

Es una suerte de genealogía femenina de la letra que debemos saber leer en la leyenda. Subrayemos, que por otra parte, la notable circunstancia de que la contadora de cuentos no sabe leer, a pesar de que sí sabrá hacer "leer" a otros la página en blanco. Primer indicio de que la letra habita en la palabra dicha como su soporte mismo, y que podemos transmitirla más allá de que sepamos o no leerla. Más incluso, ¿no será porque no sabemos cómo leerla que transmitimos saber al hablar sin saberlo? La instancia de la letra en el inconsciente, para tomar el título del texto de Lacan, es la razón de este saber literal que la palabra transmite. La fidelidad a la palabra dicha que nos indica la contadora de cuentos sigue esta razón. Hacía falta que alguien, una mujer finalmente, escribiera esta historia, fuera de quien fuera que haya escuchado su leyenda.

Y si una leyenda está para ser "leída", como manda la etimología, nosotros no dudaremos en situar en el saber inconsciente la lógica que gobierna su escritura, una lógica en la que es preciso que algo cese de no escribirse en su lectura para que obtenga su sentido. Y en este caso, lo que cesa de no escribirse es paradójicamente, una página en blanco como letra de la feminidad.

El relato seguirá estas mismas líneas estructurales, desde lo oral a lo escrito, desde el significante a la letra, para producir en el lector aquel efecto de sentido que es la conocida novedad-permítasenos el oxímoron- de la página en blanco. Pero podrá producirlo siempre que el lector sea tan fiel a la historia y a la palabra dicha como lo es la contadora de cuentos. Si no llega a ser tan fiel como ella a la palabra dicha, este nuevo sentido de la página en blanco y de su silencio se le hará tan huidizo que solo le parecerá pura vacuidad, sin saber leer en ella la letra que se escribe, que cesa de no escribirse en el discurso sobre la diferencia sexual y el goce femenino.

Para obtener este efecto de sentido, tan sutil y fundamental a la vez, el relato pone en juego en primer lugar una serie de dicotomías significantes como principio de su significación. Es la oposición estructural que constituye la cadena significante -que escribimos S1- S2- en la que el objeto de su referente se desplaza de un significante a otro sin llegar a obtener una representación única. Esta imposibilidad de representación única quedará inscripta, aunque no representada, por la página en blanco tomada, ella misma, como letra. Por otra parte, la narración hará aparecer la página en blanco como lugar eminente de la feminidad, como alteridad y enigma tanto para los hombres como para las mujeres en la construcción de sus posiciones sexuadas. El lugar de la feminidad, imposible de construirse como un universal, sólo podrá situarse, más allá de la lógica fálica, dicotómica, en la particularidad del uno por uno. La articulación, hasta mostrar su identidad misma, entre estructura simbólica del lenguaje y pregunta por la diferencia de los sexos llevará a situar la página en blanco como el referente último del lenguaje, del arte de contar historias, así como de la sexualidad en su pregunta por la feminidad. De la misma manera, el referente último del relato The Blanck Page será la página en blanco como inherente a la estructura del lenguaje y de la sexualidad.

Esta es la operación que hemos encontrado de manera ejemplar en el cuento de "La página en blanco" al hacerse, él mismo, referente de su propia enunciación y poner así en acto este referente cada vez que alguien sabe leerlo, deletrearlo más bien, en el relato. Intuimos ya en este referente lo que en la lógica construida por Lacan escribimos con la letra a del objeto causa del deseo, objeto que, no es fútil recordarlo ya aquí, Lacan insistía en decir que es una letra.

Veamos los pasos que la narradora nos hace dar para que se realice esta operación, cada vez que se ponga en acto en la singularidad de su lectura.

Un discurso sin palabras
Indiquemos primero, sin querer agotarlas, algunas de las oposiciones significantes que el cuento despliega: el velo negro de la contadora de cuentos y el tejido de lino blanco, la mancha roja y el blanco de la sábana, incluso el blanco y el negro del suelo de la galería; lo masculino y lo femenino, la mancha y la pureza, la virginidad y la feminidad, el falo y la castración, la maternidad y la feminidad; pero también la palabra y la letra, la tradición oral y la escrita, la fidelidad y la traición, la voz y el silencio, la letra y el blanco, la escritura y la página en blanco… Finalmente, la oposición topológica entre lo interior y lo exterior nos delimitará el espacio donde se despliegan las otras oposiciones hasta encontrar su sentido.

Pero estos pares de significantes, en los que cada elemento sólo vale por su oposición con el otro, mostrarán su asimetría a medida que el relato avance. La estructura misma de la narración hace aparecer esta simetría forzando el lugar de la enunciación hasta desplazarlo al infinito de la pregunta primera. ¿Quién habla en "La página en blanco"? ¿Quién es su sujeto de enunciación?

Respuesta del relato: la página en blanco misma. Relato dentro del relato, narración de una narración, cuadro dentro del cuadro, marco dentro del marco, en la fuga al infinito del sujeto de enunciación encontramos un punto de torsión en el que la oposición de los significantes desaparece y donde se hace manifiesta una fractura: lo interior se conecta con lo exterior y la página en blanco se transforma en letra, en inscripción del lugar de la feminidad como sujeto de enunciación. Es pues en esta fractura donde aparece el verdadero referente del cuento como imposible de decir y de escribir, como la verdadera "página en blanco".

Así, la escritura de la letra viene al lugar del silencio, de lo indecible, de lo que no tiene representación en el lenguaje. Por otra parte, el blanco de la letra aparece como producto de la palabra dicha, como un elemento producido y enmarcado por ella, una palabra que, al mismo tiempo, sólo se hace posible gracias a este blanco. Añadiremos pues otra oposición, la que existe entre el "sileo", el silencio vacío, que nada dice, y el "taceo", el silencio lleno, que habla entre las palabras. Es la voz de este silencio el que hablará al final del cuento en la página en blanco, como un producto de la palabra llevada hasta el límite de lo indecible, de lo imposible de decir donde el sujeto queda detenido.

En este punto se abre el espacio de intersección entre la palabra dicha y la letra de la escritura. Es en este espacio de intersección, sólo abordable como indecible e imposible de escribir, donde cada dicotomía fracasa, se fractura, pero también donde cada término obtiene su identidad de ser más allá de las oposiciones dicotómicas.

Por lo que respecta a la feminidad, esta identidad sólo se dará caso por caso y sin referencia ya a su oposición con lo masculino o a la oposición fálico- castrado, ante la página en blanco enmarcada al final del relato. El cuento deja esta identidad propiamente "en blanco", dejando de manifiesto que no existe un significante que asegure la identificación de una mujer a partir de otra. De la misma manera, nos ha anunciado ya el principio de que la tradición oral se transmite por una voz que va de madre a hija, cosa muy distinta a decir que se transmite de mujer a mujer. Es aquí donde la contadora de cuentos se hace una con las madres, pero es para decirnos que la identificación con la madre no dirá nunca qué es una mujer. Precisamente, lo que se transmite de madre a hija es la dimensión del significante fálico, del hijo o de la hija tomados como falo simbólico para la madre. Es del lado significante, simbólico, de la feminidad, lo que se inscribe y se transmite en la historia y la genealogía de la palabra, lo que de la mujer pasa por la palabra, por el símbolo. Pero esto hace más evidente todavía lo que queda en silencio, en blanco, de la identidad femenina y que no puede resumirse en la figura de la madre.

Subrayemos en este punto un detalle que podríamos pensar que ha sido cuidadosamente calculado por la narradora si no fuera que no hace falta recurrir a cálculo alguno para referirse al saber del inconsciente, incluso para ponerlo en acto.

Puede parecer un detalle sin importancia pero el hecho de que esté dicho en el relato de entrada nos indica –como esos detalles dichos al pasar en una entrevista preliminar al psicoanalista que luego se mostrarán fundamentales- su lugar en la estructura. La contadora de cuentos cuenta muy bien su lugar en la genealogía de mujeres contadoras de cuentos: "Fue la madre de mi madre (…) la que me enseñó el arte de relatar historias. La madre de su madre se lo había enseñado a ella, y ambas eran mejores narradoras que yo. Pero esto ahora no tiene la misma importancia, porque, para la gente, ellas y yo somos la misma y me tratan con gran respeto, puesto que vengo contando historias desde hace doscientos años". Es pues de la abuela, de la abuela de la abuela, que este arte es recibido, siempre de abuela a nieta, y no de madre a hija, a través de las generaciones. ¿Y las madres qué hacen en esta historia? ¿Quedan "en blanco" o habrá que abrir una nueva secuencia, desde una madre cualquiera a la que será su nieta, para cubrir los vacíos de esta transmisión? Pero no, si debemos ser fieles a la historia, hay que dejar este lugar en blanco entre las generaciones precisamente para que no se pierda la transmisión del sentido de la propia historia a través de ellas. Si el cuento dejaba la identidad de la feminidad "en blanco" era para decir que la identificación con la madre no dirá nunca esta identidad, pero también para decir que ese blanco es fundamental para la transmisión de esta identidad. Por otra parte, esta identidad transmitida "en blanco" será siempre la mejor narradora, y será así como los lectores sabrán reconocerla -aún sin saberlo- como la única y verdadera narradora de la historia a través de las generaciones, aunque sólo si son fieles a ella. Enseñanza: hay que detenerse en cada página en blanco para no pasar por alto la identidad de estructura que hace presente en su precisa topología y ser así fiel a ella.

El tema de la fidelidad volverá ahora bajo la pluma de Isak Dinesen: a fuerza de ser fiel al lenguaje, a la palabra, al saber decir, el silencio hablará, hablará lo imposible de decir, lo indecible de la "página en blanco", como letra en blanco. Así pues, el cuento no sólo explica la historia de esta imposibilidad de decir sino que la pone en acto, produce la fractura de las dicotomías significantes, haciendo aquello que dice de un modo performativo, y se convierte así en paradigma de lo imposible de decir de la feminidad, de lo que de la mujer no pasa por el significante fálico, de lo que no pasa por la significación y sólo se conecta con la letra, con la escritura.

De hecho, "La página en blanco" sería un cuento para ser callado. Recordemos que la contadora de cuentos nos avisa desde el principio que lo explica solo haciendo una excepción, como si lo normal fuera dejar este cuento en silencio, en estado de aquello que no cesa de no escribirse, y que es sólo por esta excepción, de la que somos testigos privilegiados, que algo de esa historia cesa de no escribirse en el relato. Pero es, de hecho, un relato que sólo podría transmitirse integralmente en y por el silencio del discurso, un discurso sin palabras.

(Señalemos entre paréntesis que este era, precisamente, el ideal manifiestamente expresado por Jacques Lacan: un discurso sin palabras que escapara al equívoco, siempre traumático, del significante, y que pudiera transmitirse integralmente. De ahí su recurso, nada retórico como algunos han creído, al matema, escritura cuyo intento es el de una transmisión integral. ¿La página en blanco como matema?).

¿Lo mejor sería, pues, callar? Sería la propuesta final de un Wittgenstein en su Tractatus: de lo que no se puede hablar mejor es callarse. Pero, precisamente tanto el psicoanálisis como la literatura son dos modos de abordar lo indecible, de hablar y de escribir a partir de lo que no se puede decir, así como de lo que no se puede escribir. "La página en blanco" designa el lugar de enunciación que no se puede reducir a ningún enunciado, y lo designa sin poder significarlo, sin poderlo incluir en el registro del significado.

Así el referente último del cuento es el cuento mismo como texto escrito, como el acto de contarlo y como idéntico a la pregunta por la feminidad. Es una operación aparentemente autorreferencial porque en realidad, cuando se trata del lenguaje es tan imposible la autorreferencialidad como el metalenguaje. El referente huye siempre, desplazado en el mismo registro del lenguaje en el que estamos sumergidos de modo inevitable. Al igual que en una banda de Moebius, lo que en la sincronía nos parecen dos registros o dos niveles distintos –dos caras, aunque sean de la misma banda- se revelan en la diacronía como un mismo registro, una misma cara. Sólo asía podemos entender ese espejismo de un lenguaje o un discurso que podría referirse a sí mismo o, como si así se resolviera la paradoja, de un lenguaje que se refiere a otro tomado como objeto. En lugar de distinguir registros o niveles distintos, es más consecuente con la propia estructura del lenguaje situar aquí una torsión, como en la propia banda de Moebius, donde lo interior se conecta con lo exterior, donde cada par de oposiciones indicadas llega a su propia fractura, a su propia disolución, a identificarse con el mismo intervalo que la constituía.

En el mismo lugar de esta torsión -pero no olvidemos que en una banda de Moebius, este mismo lugar puede ser precisamente cualquiera en su superficie- en el mismo lugar debemos situar este objeto a que escribe este intervalo y que sólo puede ser percibido como una fuga permanente de sentido. La trama del texto –trama del texto y del tejido hecho de letra y de lino- tiene siempre este punto de fuga en la historia y en la estructura que coincide con su referente último, la página en blanco tomada como objeto.

Que el cuento de "La página en blanco" se constituye como el propio referente de la leyenda que se trata de transmitir y hacer leer, es algo que nos parece ya planteado desde su principio en un detalle que, como siempre, sólo retroactivamente puede obtener su significación. Esta significación vendrá desde más adelante a partir de la posterior oposición entre el rojo de la mancha y el blanco de la página, pero queda anunciada en este principio de la siguiente manera: "¿Queréis un cuento, señora gentil, caballero? He contado muchas, muchas historias, mil y una más, desde los tiempos en que dejaba que los muchachos me contasen a mí el cuento de la rosa roja…" La historia de la página en blanco vendrá, en efecto, a convertirse en la una, en la más una, como verdadero lugar de enunciación de las mil otras historias que se explican, y también como referente y causa del acto mismo de contar historias.

Contingencias del amor
¿Cómo lee el discurso fálico, tanto de los hombres como de las mujeres, esta página en blanco? Las venerables costumbres de las viejas y nobles familias a las que alude el relato son un buen ejemplo: a la mañana siguiente a los esponsales de una hija de la casa, se cuelga de un balcón de palacio la sábana de la noche de bodas y se proclama solemnemente Virginem eam tenemus, "Declaro que era virgen". Esa sábana, por otra parte, ni se lavará ni se utilizará nunca más, quedando como un verdadero objeto fetiche y como el signo de una virginidad perdida. En el Virginem eam tenemus significado por la mancha de sangre, tenemos un primer efecto de retroacción de la significación fálica gobernada por el significante de la castración, de la falta: sólo después de perder la virginidad se puede declarar de una mujer que ella era virgen, sólo retroactivamente puede significarse la virginidad, es decir sólo cuando ya se ha perdido. Esta mujer que era virgen es precisamente el sujeto femenino abordado por el lado del significante, es aquello que de la feminidad puede ser simbolizado por el significante fálico, es lo que se puede y ha de hacerse público de la feminidad en el discurso social bajo sus diversas máscaras, es también aquello que forma el vínculo social para la mujer tomada como objeto de intercambio en las estructuras de parentesco.

La mancha de sangre se convierte así en símbolo fálico de la mujer en el espacio social, uno más y no muy distinto a los que nuestras sociedades, igualmente "tradicionales" en este punto, suelen darle. Desde este símbolo tradicional que es siempre el símbolo fálico, la página en blanco sólo podría leerse como rechazo de la sexualidad o como virginidad ya perdida antes del acto: o bien no ha habido relación sexual, o bien ya la había habido antes por primera vez. Pero entonces no habría hecho falta enmascarar esa sábana blanca que sólo sería leída como una simple ausencia del símbolo. ¿Por qué enmarcar esa tela blanca y sin nombre y colocarla en la serie de la ilustre galería? Si la página en blanco se constituye en letra es porque escribe algo que no podía "decirse" en las otras manchas de sangre.

En efecto, la feminidad no puede reducirse a la lógica fálica, al juego de la oposición falo-castración donde el discurso intenta darle su lugar. La oposición blanco-negro en el suelo de la galería anuncia una oposición que no podrá sostenerse en el espacio de la representación de los sexos, de la diferencia sexual, de la sexualidad entendida como diferencia. Veremos que finalmente no hay oposiciones simétricas ni recíprocas entre mancha y blanco, entre mujer y virgen, como tampoco habrá oposición simétrica entre masculino y femenino. De hecho, el Otro no es nunca simétrico al sujeto, existe una alteridad irreductible que se hará presente de manera particular en la feminidad, una alteridad tanto para el hombre como para la mujer, y que el cuento pone de manifiesto de manera paradigmática. Dicho con los términos de Lacan de los años cincuenta: la mujer se convierte en Otra para sí misma como lo es para el hombre. [5]

Veamos ahora la galería de marcos con los retales de sábanas manchadas de rojo, cada una con su nombre. Escribamos así esta serie:

x x' x'' x''' xn
b c d e n

Los nombres de las mujeres (b, c, d, e,… n) valen aquí como los significantes de la pérdida de la virginidad, de las manchas rojas que generan tantas significaciones e interpretaciones como se quiera, siempre tan incompletas como múltiples, en el sujeto que las lee. En todo caso, se tratará de una serie tan larga como sea posible pero que podrá siempre encerrarse en un conjunto, nombrado y numerado.

La significación de la serie -por ejemplo, la significación de mantener la virginidad como condición de elección de una mujer- está sostenida por la significación fálica, por la presencia del símbolo de la pérdida de la virginidad que no deja de escribirse en cada marco. Aquí el símbolo fálico se convierte en necesario y no tendrá sentido enmarcar un espacio en blanco.

En la misma cadena, pero también fuera de serie, aparece la página en blanco, enmarcada y sin nombre, como una ruptura del discurso fálico significado en el tabú de la virginidad. Y es sabido el valor que Freud mismo le dio en la lógica de la sexuación femenina. Pero algo ha cambiado radicalmente en este punto. La serie ha quedado ahora abierta, pero no por el hecho de que siempre podríamos añadir un elemento más, verificando su infinitud, sino por el hecho de que esa página en blanco pone en suspenso hasta anularla la significación previa, universal, que definía la serie y su significación, colocando en ambas un interrogante de algún modo definitivo. A la vez, enmarca lo que ha hecho posible esta misma serie, el espacio de la página en blanco. Entre cada elemento de la cadena significante, entre b y c, entre c y d, entre d y e… hay ahora el intervalo de la a de la página en blanco que hace posible la cadena significante misma, a la vez que la cadena significante ha hecho posible su inscripción. Resignifica así la cadena de nombres b-c-d-e…, y a la vez sólo puede leerse a partir de ellos como falta del signo de la virginidad. Es porque está en blanco que ahora adquiere un sentido enigmático. Curiosamente, la página "virgen" es ahora la que significa el enigma de la feminidad. Es, de hecho, el intervalo que permite leer las otras letras y que sólo puede situarse a partir de ellas, en la cadena pero también fuera de ella. Es también lo que no cesa de no escribirse en la serie anterior y que ahora es un agujero en ella al dibujar sus propios bordes.

La página en blanco se constituye así en el Otro por excelencia, en la diferencia como alteridad irreductible. Es también La mujer que no existe, La Sin Nombre… [6]

Resignifica así todos los marcos anteriores, los de las otras mujeres cuadros, pero también los marcos de la historia como relato dentro del relato, y se constituye en el cuento mismo tomado como su referente.

Ante este referente que condensa, como un punto de fuga, todas las líneas del relato, las contadoras de cuentos enmudecen, hacen presente el silencio, en el acto de insertar la página en blanco en la serie de la cadena significante, hasta el punto de que se identifican ellas mismas con este intervalo que el silencio hace presente.

"Porqué, ¡qué lealtad eterna e inquebrantable ha hecho colgar este pedazo de tela junto a los otros! Ante él, las narradoras de cuentos hemos de cubrirnos con el velo y guardar silencio". Pero, es precisamente allí también donde se levanta el velo… para mostrar la nada de la página en blanco como identidad de su ser. Cada mujer queda entonces de pie ante la página en blanco, leyendo en su marco el propio enigma en relación a la feminidad. Igualmente, cada hombre quedará aquí ante la pregunta por lo que él es ante el goce del Otro. En este punto, la pregunta por la feminidad toca lo que no es simbolizable, lo que no es socializable, lo que no es intercambiable, y que sólo puede cesar de no escribirse en el blanco de la letra, en el blanco de la página en blanco.

Digamos por nuestra parte que es en lo que cesa de no escribirse que el psicoanálisis de Jacques Lacan sitúa, precisamente, la función del amor, del amor como la contingencia de un encuentro.

Es a partir del encuentro azaroso que algo que no cesaba de no escribirse –forma lógica de lo imposible- podrá cesar de no escribirse –forma de la contingencia- como discurso. Y hace falta, es cierto, un acto de amor para poder leer la página en blanco como aquello que cesa de no escribirse en la serie de símbolos de la feminidad.

El amor y la transferencia, como la suposición de un saber en el inconsciente, en la página en blanco, se anudan aquí para hacer posible que ambos cesen de no escribirse en los discursos de nuestro tiempo. ¿Qué es, si no, el sujeto del relato que intentamos descifrar?

Esta es la pregunta que el cuento pone en acto como una respuesta, escribiéndola en los mismos intersticios de la historia como una leyenda suya, haciendo letra de lo indecible de la página en blanco.

Al lector le corresponde, ahora y una vez más, darle su respuesta al leerla. Aunque siempre podrá argüir que se trata sólo de una página en blanco**…

 

Notas:
* El cuento de Isak Dinesen "La página en blanco", trabajado por el autor en este artículo, podrán encontrarlo en: http://www.filosofar.cat/index.php/pensaments-compartits/recull-literari/12-prosa-per-filosofar/19-isak-dinesen-la-pagina-en-blanco
** En inglés "The blank page". La lengua inglesa dispone de dos palabras: blank y white, para lo que en español es: blanco. Blank significa sin escritura, sin impresión. White designa un color.

  1. Bassols Puig, M., Lecturas de la página en blanco: La letra y el objeto, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2011.
  2. La elaboración más precisa de esta relación se encuentra en El Seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1992.
  3. Para este tema ver el excelente curso de Jacques Alain Miller, De la naturaleza de los semblantes, Buenos Aires, Paidós, 2002.
  4. Lacan, J., "Le bord du trou dans le savoir, voilà-t-ilpas ce qu'elle (la lettre) desine", "Lituraterre", Autres éscrits, París, Éditions du Seuil, 2001, p.14.
  5. Lacan, J., "L'homme sert ici de relais pour que la femme devienne cet Autre pour elle même, comme elle lést pour lui, en "Propos directifs pour un Congrès sur la sexualité fémenine, Escrits, París, Éditions du Seuil, 1966, p.732.
  6. Evocamos aquí a Josep Carner y a la figura de la feminidad que hace aparecer como un personaje central en El Ben Cofat i l'Altre, Perpiñan, Proa, 1961.
Staff
Secretaría de Biblioteca

Directora
Silvia Baudini
(Directora de la EOL)

Dirección Editorial
Marisa Chamizo
(Secretaria de Biblioteca)

Comité de redacción
Gerardo Battista, Lucía Blanco, Silvia Chichilnitzky de Koblinc, Mónica Gurevicz, Adriana Lafogiannis, Edit Tendlarz, Liliana Zaremsky.

Asesora
Graciela Brodsky

Diseño
Kilak Diseño & Web

Logo y fotografía
Arq. Luz Mango