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#10
Noviembre 2013
 
Sumario
La batalla del autismo. De la clínica a la política - Piezas sueltas
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Tercera Noche de Biblioteca

 

Presentación de La batalla del autismo. De la clínica a la política
Alejandra Glaze

Es difícil abordar este libro, ya que es evidente que hay una elaboración de años en torno a un tema complejo y muy debatido. Para comenzar, diré que desde el comienzo queda claro que el autismo es un trastorno de la relación con el Otro, y en este sentido, es violentar al sujeto intentar vencer esas barreras que el autista instaura, para enmarcarlo dentro de lo que podríamos llamar un corsé de aprendizajes de simples acciones sociales, ya que es justamente de ese Otro del que el sujeto se defiende con su caparazón y sus objetos autísticos. Toda la segunda parte del libro, es una respuesta justamente a esta posición de las neurociencias y a las lecturas del autismo desde el déficit.
Este libro orienta hacia el único camino para el psicoanalista, que es permanecer en el límite de la relación del autista con ese Otro, como lugar de sus invenciones singulares: sus objetos autísticos, sus estereotipias y sus dobles. Tentativas todas de reducir la lengua a un cálculo en el que la repetición de las letras acalle el ruido de la lengua en tanto que no cesa de producir equívocos, reduciéndolos al silencio, lo que habla de otro régimen de funcionamiento alucinatorio en el que lalengua grita todos los equívocos posibles.

Partamos de lo que Laurent plantea en la página 30, dando por finalizados los debates en torno a los caminos sin salida de los que buscan la causa psicogenética de las enfermedades mentales, pasando a poner el acento en la "la importancia del cuerpo para todo ser hablante, para todo parlêtre parasitado por el lenguaje", que el psicoanálisis nos enseña.

Define de este modo la forma en que el autista presenta las reglas del lenguaje como separadas de toda relación con el cuerpo, "sin opacidad alguna" (p. 75), reductible a un sistema de reglas, sin equívocos posibles (p. 49), quedando el juego de lo simbólico real-izado (el traductor agregó el guión para acentuar la dimensión del real en juego). Imposibilidad de borrar el Uno que marca al cuerpo, resultado y huella de ese acontecimiento traumático de inscripción del lenguaje en ese cuerpo. Una voluntad imperturbable que manifiesta una urgente necesidad de que las cosas obedezcan a un orden absoluto, inmutable y repetitivo, sin intervalo. Esta relación a un mundo inmutable de los autistas, es lo que Laurent enuncia como un mundo que se confunde con el orden del mundo. En estas tentativas de reducir la lengua a una regla, un cálculo, se silencian sus equívocos al infinito, un cálculo separado del cuerpo, diverso a la manera en que se produce en la psicosis.

Es una enseñanza acerca de la iteración del Uno fuera del registro del semejante y del sentido, y que puede entenderse como la repetición de un Uno que al mismo tiempo es Uno separado de un otro, y que produce un efecto de goce. Con el consecuente alivio para el sujeto en su iteración de siempre lo mismo.

Hay una definición lacaniana del silencio que resuena en el modo en que Laurent presenta a este sujeto autista silencioso. Silencio que es ese nudo formado entre algo que es un instante y algo que es hablante o no lo es, el Otro, y que ubica que solo a nivel del Otro que habla, aparece el semejante (Seminario 12). Es esta la referencia que explica, tal vez, lo que los Lefort plantean acerca del autismo como consecuencia de la inexistencia del Otro. Pero es más, Lacan sostiene en el Seminario 16 (clase 1) que no existe el prójimo sino "en ese agujero mismo que está en ti". Es con esa falta de agujero que surge la imposibilidad para el autista de constituir un semejante. Y así, cualquier palabra que deje alguna posible huella sobre el cuerpo es imposible de tratar, inseparable del exceso de excitación que lo invade.
La lectura de La batalla del autismo me llevó a repensar ciertas cuestiones que había trabajado hace tiempo acerca de la debilidad mental, y abordaré ambos diagnósticos como modos de respuesta subjetiva frente al intento de acallar los "equívocos infernales de la lengua". El débil mental, a diferencia del autista, encontrará respuesta para todo volviendo caduca lalengua como recurso de equívocos. J. Lacan, ya en los comienzos de su enseñanza, ubicaba a la debilidad mental muy lejos del dominio del déficit de inteligencia, y muy cerca de un fenómeno de orden subjetivo.
Desde esos comienzos mismos podemos intuir la manera en que elabora su propia teoría sobre lo mental, es decir, la manera en que el sujeto se apropia del mundo que lo rodea.
Lacan acuñó el término extimidad para designar la naturaleza de la alienación en la cual la alteridad habita el núcleo más íntimo del sujeto, esa fonación que lo habita viniendo Otro sobre su propio cuerpo.
El niño débil se hace soporte de un no-saber, acerca de ese deseo oscuro que lo sostiene en el fantasma materno, no permitiendo la separación de los significantes del Otro, fundido a esa posición, prohibiéndose preguntarse por la voluntad del Otro. Otro modo subjetivo de eludir, acallar, la equivocidad de la lengua. "El débil mental se hace débil para sostener al Otro intacto como verdad de la cual él se hace su sirviente"[1]. Una solución vía la alienación a los significantes del Otro de manera férrea, que difiere absolutamente con el tratamiento que el autista hace de su invasión de goce producto del efecto de lalengua sobre el cuerpo.

Las tesis centrales de Laurent sobre el autismo, aluden al uso que el sujeto hace de reglas de funcionamiento como consecuencia de la forclusión del agujero, ya que no hay agujero en las reglas. Y he aquí una indicación clínica precisa para el trabajo con autistas: algo debe ser extraído del cuerpo para que luego un elemento diferente pueda entrar en la lengua del sujeto. No hay agujero, de modo que nada puede ser extraído para ser puesto en ese agujero que no existe, ya que en el registro de lo real no hay agujero, "salvo el que se intenta crear por automutilación", (p. 81) para encontrar una salida al demasiado de goce. La dificultad se sitúa en que no hay objeto, justamente porque el agujero es el que designa al objeto como faltante, en la medida que allí se produce el primer jirón de discurso, donde "aparece como una operación volante" la nominación, hecha para llenar los agujeros, y dar una falsa apariencia de sutura (Seminario 12, clase 4).
Decir que no hay agujero es decir que no hay borde que delimite dicho agujero, en el sentido en que un borde es una zona fronteriza que puede ser franqueada, para la producción de intercambios. De ahí el cuerpo caparazón del autista, y su neo-borde. Esta es la propuesta más original de Laurent en este libro. La delimitación de ese neo-borde como acontecimiento de cuerpo, pero no como efecto de significación (a la manera de la psicosis), sino como una extracción de goce que permite al sujeto acceder a ceder algo de la carga de goce que afecta a su cuerpo.
Ese es el lugar preciso que da su función al objeto autístico, que adopta una forma y da forma al sujeto, la horma del objeto a. Un objeto autístico que es un acomodamiento de los restos, aquellos que deja el encuentro con el otro de la lengua que perturba al cuerpo. Es "esa cadena heterogénea, hecha de cosas discontinuas (letras, pedazos de cuerpo, objetos tomados del mundo), organizada como un circuito, provista de una topología de borde y articulada con el cuerpo". (p. 91)
Pero la presencia del agujero sin borde se acompaña de la presencia del doble en el espejo y el borde separado del cuerpo. Así, el autista vive en un mundo poblado de imágenes del doble, y su supliendo la inexistencia del borde del agujero que es el redoblamiento de la inexistencia del propio cuerpo, ya que el cuerpo solo existe si un objeto puede separarse de él. Así, el doble surge en esa dificultad para encontrarse con la mirada del otro, donde todo otro pasa a ser su doble.
Este repliegue del agujero sobre el cuerpo "es un fenómeno clínico que evidencia la ausencia radical de toda separación, de toda elaboración de la pérdida de objeto que se apoye en el Otro". (p. 103).
Podría pensarse que a la debilidad mental le correspondería un mismo fracaso en la separación, pero no es así. El débil mental protege su posición subjetiva volviéndose esclavo de una lengua que excluye la posibilidad del chiste, del equívoco. Para el débil mental, Lacan dice que no es el cuerpo el que forma el Uno, sino la holofrase de lalengua. Para Miller, el nuevo nombre de esa holofrase es el Uno, el S1. El débil mental no puede soportar leer entre líneas la impostura del padre y nada lo extravía más que su intento de dar consistencia al Otro, y conservar esa garantía para asegurarse que haya un discurso que no sea del semblante.
Esta relación a un orden inmutable, es lo que Laurent enuncia como un mundo que se confunde con el orden del mundo. En estas tentativas de reducir la lengua a una regla, a un cálculo, se silencian sus equívocos al infinito, un cálculo separado del cuerpo, distinto a la manera que se produce en la psicosis.
El autismo enseña qué ocurre cuando no es posible recurrir al síntoma, al anudamiento que se produce como respuesta del ser hablante a la imposibilidad lógica de escribir la relación sexual en lo real, aquel que se encuentra fuera de toda utilidad y valor, y hecho con la estofa de lalengua, un producto siempre contingente del encuentro del goce con el significante.

 

  1. Bruno, P. 36.
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