EntreLibros | Boletín de la Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana EntreLibros
 
 
 
#8
Mayo 2013
 
Sumario
La fuga del sentido
Primera Noche de Biblioteca
Los libros de la buena memoria
Notas sobre la traducción
La mesita de luz
¿Qué se lee en la ciudad?
Nuevas adquisiciones
Actividades de las Bibliotecas
Información práctica
 
Edición 8
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Primera Noche de Biblioteca

 

Comunidad ensimismada
Graciela Musachi

Mónica sabe y algunos otros también, que mi posición es un poco de desobediencia-obediente. Por lo tanto, espero que ustedes sepan escuchar qué me enseñó este libro a mí, este curso.
Quisiera comentarles algunas cosas que he comentado en el Centro Descartes, en su coloquio del año pasado, porque prosiguen un poco la contratapa. Algunos también se acordarán que, en el mismo año en que Miller estaba dando este curso, en el año '96, hubo una conversación sobre la comunidad, en la cual participaron varias personas. Entre ellas Samuel Basz, Germán García, Miller y otros. Miller hizo la conclusión de esa conversación, una conclusión bastante divertida, sobre la comunidad analítica justamente. Ustedes recordarán, esto apareció en la revista Más Uno, donde Miller habló de nueve facetas de la comunidad analítica: cómica, dionisíaca, epistémica, lógica, operativa, trágica, cínica, inconsciente y exquisita. Realmente fue muy divertido, los que estuvimos ahí lo recordamos, fue casi un divertimento. Pero en su curso, es decir al mismo tiempo, en su curso no es tan divertido porque relata esas intervenciones a las que yo me refiero en la contratapa, que efectivamente dan una visión de la comunidad analítica, existente en ese momento, que tiene otra faz, vamos a decir… mejor no adjetivarla, pero usaré las palabras que Miller menciona allí, donde habla de una comunidad digamos gatuna que se complace en el ronroneo. Se refiere a que cuando hablamos de psicoanálisis lo único que hacemos es "brrr", es decir, gozar de eso sin decir nada. Del abuso de la cita, la ortodoxia, el conformismo neolacaniano, el abandono a la corriente que conduce lo colectivo al terror conformista. Como ven ustedes es bastante duro. También relata los efectos de esas intervenciones, de interpretación. Es decir, es una interpretación a la comunidad analítica la que él está realizando, con todos estos textos, algunos de los que mencionaba Mónica: "Adiós al significante"; "Entonces: Sssh…" y "El revés de la interpretación" y el curso mismo. Es decir, relata los efectos de esas intervenciones que resultan ser interpretación, que verifican ¿qué cosa? los efectos de las intervenciones. Verifica que todo vuelve al mismo lugar. Que primero hay una angustia, un pánico, una perplejidad. Después, júbilo: "ah, claro, sí, nosotros ya lo sabíamos". ¿Qué dice Miller?
Esas interpretaciones, al grupo analítico, interpretaciones a la comunidad, son de corto alcance. Si bien, entonces, ese fenómeno de grupo tal como lo explicita allí Miller, en el curso, es homólogo a la estructura del sujeto: ante una interpretación, angustia, y luego júbilo, y luego todo vuelve al mismo lugar. Si bien esos fenómenos de grupo son homólogos a la estructura del sujeto, el alcance es distinto. Porque sabemos, por la experiencia analítica, que en el dispositivo analítico la interpretación tiene un efecto, por lo menos, de más largo alcance, no de tan corto alcance. ¿Por qué sucede esto?
Según podemos deducir de lo que dice Miller en el curso (citado por Mónica) porque no hay relación sexual. O lo que es lo mismo, como dice Lacan, porque sólo hay relación sexual. Es decir, que en ese punto exacto es donde el sentido se fuga. Si solo hay relación sexual, o lo que es lo mismo, no hay relación sexual, no podemos encontrar más que ese efecto de dispersión. Dirán entonces, por lo tanto, que afirmar eso es una tontería. Y es verdaderamente eso: una tontería. El punto de fuga del sentido en la afirmación no hay relación sexual y la tontería que implica el grupo analítico de que todo vuelva al mismo lugar ante los efectos de la interpretación, me llevó a leer la Teoría de la tontería de Jean-Claude Milner. ¿Qué dice Milner? Primero que la tontería no es una disposición de tal o cual individuo, sino que la tontería hace cuerpo social de una clase, vamos a decir los humanos, de una clase paradojal porque cada miembro, vamos a decir del conjunto, es irremplazable. Es decir, que en su esencia de conjunto hay un efecto de dispersión, porque cada uno es irremplazable. Es decir, es un conjunto paradójico. La tontería ¿Qué hace? Los pega a esos irremplazables. Hace cuerpo social gracias a la tontería. Es decir que la modernidad, dice Milner, pretende anudar ese principio de dispersión a una relación generalizable a lo colectivo.
El ejemplo más patético de esto en nuestros días es el conjunto formado por la palabra queer. Es decir, los raros forman un conjunto. Ahí se ve claramente, los que se consideraban antes raros, si ellos mismos se consideran raros, se enorgullecen tontamente de formar el conjunto de los queer.
Ahora bien, entonces, hay una manera tonta de existir como sujeto. Y es esta manera: todo se mantiene siempre sordo a lo que pueda desatarlo. Hay formas benignas de la tontería, que son contingentes: "hacerse el tonto", por ejemplo. Y hay formas permanentes: no querer saber nada de eso. Y dice Milner: las revistas, los semanarios, las escuelas, las sectas, las instituciones, no se mantienen sino por esta tontería radical, al igual que las asimilaciones, semejanzas, solidaridades y afectos. Conviene saber que el discurso como tal, que enlaza a estos irreemplazables, tiene la apariencia de que nada le existe. Y por lo tanto, el discurso es el que nos hace, vamos a decir, tontos. ¿Por qué? Porque en él prevalece en distintos lugares el falo, el goce del idiota. Y su efecto de vínculo es esa función tonta.
Entonces la tontería es creer en el vínculo y ceder sobre la imposibilidad de que lo haya. Hay dos modos, dos valores, en ese modo del sujeto de ser tonto: Instalarse en el universal y es la imbecilidad, dice Milner, o tachar el universal, y es la idiotez.
Esto es lo que nos lleva a la clínica. Porque la representación más visible es el teatro de los sexos, donde la creencia en el vínculo asegura la reproducción. Si no nos hiciéramos o fuéramos un poco tontos y estuviéramos siempre en el no hay relación sexual, desaparecemos. Así que un poco tontos estamos obligados a ser. Entonces esa imbecilidad es creerse hombre y creer que la mujer se le une en ese universal y la idiotez es creerse mujer y creer que el hombre se le une en el no-todo. Es decir, la teoría del vínculo es el encuentro entre un imbécil y una idiota, según figuras diversas.
Yo había encontrado una vez una frase muy parecida, más de la calle, que decía "el amor es la unión de dos vocales, dos consonantes y dos idiotas". Así que no estaba ese dicho tan alejado de esta teoría de la tontería.
Hay entonces figuras diversas de este encuentro entre el imbécil y la idiota. Lean el artículo porque es hermoso, está en la revista Escansión N°1, donde él explica estas figuras: el fatuo, la coqueta, el bobo, la boluda. Es decir, cada uno a lo suyo. No hay posibilidad de formar una comunidad con estos seres y, por lo tanto, no hay salidas colectivas de la tontería. La salida menos tonta que procura el discurso analítico, hace que cada uno encuentre su manera de habitar el castrum, según supo arreglar sus cuentas con la castración.
De ese modo es posible no esperar nada de Escuelas y cada uno cuidar la propia para que la enseñanza de Lacan atraviese su tiempo. Estas son palabras de Germán García, creo, en la última Lacaniana. Es decir, es imposible por lo tanto producir interpretaciones de largo alcance a un grupo para que sea menos tonto y, por ende, cada uno tendrá que encontrar su salida.

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