EntreLibros | Boletín de la Biblioteca de la Escuela de la Orientación Lacaniana EntreLibros
 
 
 
#7
Octubre 2012
 
Sumario
El Seminario 19 ...o peor y Hablo a las paredes
Segunda Noche de Biblioteca
Los libros de la buena memoria
Notas sobre la traducción
La mesita de luz
¿Qué se lee en la ciudad?
Eventos
Nuevas adquisiciones
Actividades de las Bibliotecas
Información práctica
 
Edición 7
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Eventos

 

Los libros en psicoanálisis
Silvia Tendlarz

La biblioteca del psicoanálisis es un recinto agujereado. Cada nuevo libro que aparece publicado, paradójicamente, no añade saber sino que lo agujerea y empuja a un esfuerzo incesante por captar el corazón que palpita en la experiencia analítica, con un sentido que se fuga. De modo tal que una y otra vez volvemos a intentar aprehender a través de las palabras aquello que irremediablemente se hurta.
En la relación de los libros y el psicoanálisis podemos establecer una serie de movimientos que lejos de ser circulares producen un deslizamiento que le es propio: del psicoanálisis a los libros y de los libros al psicoanálisis.
Podríamos comenzar con cualquiera de ellos, siempre concluiríamos con la metáfora de la "ausencia del libro", de la que habla Maurice Blanchot, por la imposibilidad de armar un catálogo psicoanalítico de todos los catálogos, que finalmente crearía un autor.
Me dispongo entonces a dejarme llevar por mis contingencias para ilustrar de algún modo cómo el psicoanálisis lleva a sumergirse en el mundo de los libros.
En la Biblioteca Nacional de París encontré una parte de los libros con los leí la tesis en psiquiatría de Lacan sobre la paranoia de autopunición. Frío, nieve y una iluminación intimista en un ámbito lleno de libros invitaban a soñar. Así seguí el rastro de Lacan, de sus lecturas, que lo llevaron a retomar el término de bovarysmo a partir de la novela de Flaubert junto a Jules de Gaultier. Lacan mismo lector de la lectura de otro autor. La visita cotidiana de ese pequeño mundo de la biblioteca me hizo descubrir que dentro de ella, hay otra biblioteca, tanto más pequeña, y que ella misma requiere un permiso especial para poder ingresar. Llegué ahí, a esas ediciones impresas de libros antiguos agotados, últimas reliquias de un pasado no tan lejano, de la mano de los surrealistas. Comencé leyendo las lecturas de Lacan en filosofía, en literatura, y seguí deleitándome con la lectura de los surrealistas olvidándome, como diría Jacques Prévert, de la tiza y del pizarrón. Y como los caminos que se bifurcan para volverse a encontrar, cuando el psicoanálisis no era ya el hilo de Ariadna de mi lectura, me encontré leyendo, casi por azar, comentarios de Paul Eluard sobre Lacan y su paranoia de autopunición. Las lecturas del psicoanálisis me llevaron a los libros y los libros me volvieron a llevar de la mano nuevamente hacia el psicoanálisis.
La transmisión del psicoanálisis, en gran medida oral, es retomada luego a través de distinto tipo de publicaciones. Las palabras dichas dejan de deslizarse e intercambiar sentidos entre ellas fijándose como letra en los escritos. Desde ahí, como en cierta ocasión dice Maurice Blanchot, y retoma Lacan, la letra se vuelve mirada y nos interpela.
Escribir un libro, o editarlo, es sin duda una interpretación. La lectura de los textos que impulsa a escribir, o su combinación en la edición de un libro supone una orientación y un querer decir. El libro así armado nunca cierra un sentido, antes bien, se desprenden de la intención de significación y siempre dice otra cosa, da que hablar, es del mundo y definitivamente de los otros. De modo tal, que los libros en nuestra comunidad nos conducen nuevamente hacia el psicoanálisis.
Sin duda escribir un libro no es equivalente a editarlo. Mi experiencia de escritura me hizo entender que escribo para seguir leyendo y estudiando. Lo que cae como escrito en realidad me permite seguir aprendiendo porque se desprende como un cuerpo extraño y me vuelvo lectora de aquello mismo que yo escribo. Y así descubro lo mucho que el psicoanálisis me enseña cada día y lo mucho que hay por decir y por escribir, a sabiendas, como dice Miller, que por Tonel de las Danaides, el sentido se fuga.
Mi experiencia como editora es otra. Pienso el libro antes de que exista como tal. Supongo la necesidad que exista, su falta, lo veo como un libro por venir a la espera de su edición. Y luego sencillamente es eso. Los ejemplos son muchos.
Cuando mi amigo Vicente Palomera de Barcelona me entregó la recopilación realizada de las intervenciones de Miller en España, entendí que la falta de una recopilación de ese estilo en nuestro país no podía prolongarse por más tiempo. Me acerqué a Judith y Jacques-Alain Miller en Roma, luego su intervención sobre el Nombre del Padre, y se lo propuse casi al pasar. Un leve gesto de aceptación focalizó mi trabajo de cuatro años. Mil y una páginas, todas sus intervenciones en la Argentina, se volvieron tres tomos, y una vez en la biblioteca, son ellos quienes nos miran y nos invitan a leerlos, para una vez más volver al psicoanálisis. Su publicación conjunta sin duda marcan una época, una generación de trabajo conjunto atravesada por la enseñanza de Jacques-Alain Miller.
Para la pequeña Colección Diva, el principio es el mismo. No es una gran editorial, siempre es mi gusto por editar ciertos libros bajo la premisa que inclusión de artículos separados dentro de un mismo libro producen una argumentación sobre un tema que le da una existencia diferente a su publicación por separado. En distintas oportunidades me acerqué a Jacques-Alain Miller o a Eric Laurent proponiéndoles libros cuya combinación de textos hicieron existir un libro que debía advenir. Algunos incluso fueron publicados luego a otros idiomas. Tal es el caso de los libros Lost in cognition, publicado luego en italiano y en francés, y El sentimiento delirante de la vida de Eric Laurent de próxima aparición en hebreo. En el primero de los casos le propuse a Laurent ese libro puesto que entendía que era necesario marcar una posición del psicoanálisis frente a las neurociencias y que sus publicaciones sobre ese tema eran lo que más nos orientaban sobre esta cuestión. Su conjunto como libro nos permite entender claramente nuestra posición. Con El sentimiento delirante de la vida se trataba de examinar cómo cambia la concepción de la psicosis a partir del trabajo en nuestra comunidad analítica de los últimos años. Es sin duda una forma aggiornada de tratar el tema de la psicosis. La selección de los textos la realicé con Laurent a partir de mis propuestas iniciales y los títulos se desprendieron después. Lost in cognition fue una originalidad de Laurent que parafrasea la película de Coppola Perdidos en Tokio, El sentimiento delirante de la vida surgió como título a partir de la entrevista fina, a modo de prólogo, que realizamos cuando el libro ya estaba listo.
Para concluir, un último ejemplo un poco más reciente. Mientras dictaba mis clases en la maestría del Icba y luego en mi curso de Doctorado en la UBA sobre Lacan y los cuatro discursos, utilicé una serie de referencias de Miller en distintas publicaciones que desplazaba conmigo en cada oportunidad. Pensé que estarían muy bien juntas en un libro sobre política y religión. Durante el Congreso de la AMP en mayo en Buenos Aires, le propuse a Miller publicarlo como libro. Le entusiasmó tanto la idea de que el título Punto cenit. Política, religión y el psicoanálisis, y el dibujo de tapa los eligió él mismo. Y una vez que existe como libro, con textos ya conocidos en su gran mayoría, resulta casi sencillo concebir cómo nos esperaba, cómo estuvo allí desde siempre, y cómo nos invita a ser leído para entender la posición de Lacan en relación a la política y la religión bajo el cambio en la civilización que significa la elevación al cenit del objeto a.
En pocas palabras: el psicoanálisis no es sin libros y los libros, en el formato que sea, incluso electrónico, siempre formarán parte del psicoanálisis. Sea esta feria del libro de la EOL una prueba de ello y una invitación a la lectura.

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