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#6
Julio 2012
 
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Edición 6
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Primera Noche de Biblioteca

 

Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad
Walter Capelli

Al concluir mis estudios universitarios concluía también un análisis llevado a cabo con una analista de los llamados por esa época, freudiano. Al finalizar la ultima sesión y luego de quedarnos conversando sobre la práctica del análisis, los pacientes, las instituciones, etc., la analista dijo: "Al fin de cuentas para ser un analista hay que ser buena persona". Esa frase me quedó grabada durante un tiempo pues no sabía qué era ser buena persona. Es más, a juzgar por los autoreproches y la culpa, que todavía persistían a pesar de ese análisis, no comprendía la relación entre la buena persona y la práctica del análisis.
Tiempo después me encontré con el escrito Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad, publicado en Intervenciones y Textos 2 por ediciones Manantial. Del texto subrayé algunas frases que paso a comentarles:

"Hay que tomar las cosas de otra manera. Qué es lo que hace que un psicoanálisis sea freudiano, he aquí la cuestión.
Responder a esto conduce hasta donde la coherencia de un procedimiento del que se conoce la característica general con el nombre de asociación libre (pero que no se libera), impone presupuestos sobre los cuales la intervención, y especialmente aquella en cuestión: la intervención del analista, se encuentra sin posibilidad de captura.
(…)Es que el procedimiento es desde su origen solidario del modo de intervención freudiano.
(..)Trataré de decir aquello que no es el eje del procedimiento.
La asunción mística de un sentido más allá de la realidad, de un ser universal cualquiera que allí se manifieste en figuras, ¿es acaso compatible con la teoría freudiana y con la práctica psicoanalítica?
(…)Seguramente quien tomara el psicoanálisis como una vía de este tipo se equivocaría de puerta. Si él se presta eventualmente al control de una "experiencia interior", será al precio de cambiar su estatuto desde el inicio."
Para decirlo todo, excluye los mundos que se abren a una mutación de la consciencia, a una ascesis del conocimiento, a una efusión comunicativa.
(…)Ni del lado de la naturaleza, de su esplendor o de su maldad, ni del lado del destino, el psicoanálisis hace de la interpretación una hermenéutica, un conocimiento, de ninguna manera, iluminante o transformante.
(…) está bien subrayado en la técnica –por el hecho de que no se impone ninguna orientación del alma, ninguna apertura de la inteligencia, ninguna purificación que preludie a la comunicación.
Juega por el contrario sobre la no preparación. Una regularidad casi burocrática es todo lo exigido. La laicización tan completa como sea posible del pacto previo, instala una práctica sin idea de elevación.
(…)Lo que se espera de la sesión, es justamente lo que uno se rehúsa a esperar, por temor a revolver demasiado: la sorpresa, ha subrayado Reik (alude a un libro de Teodhor Reik que lleva por título El psicólogo sorprendido donde destaca la dimensión de sorpresa que implica el desciframiento del inconsciente).
Y esto excluye todo procedimiento de concentración: esta exclusión subyace a la idea de asociación.

(…)Por eso la interpretación con que se opera la mutación psicoanalítica recae precisamente allí donde nosotros lo decimos: sobre lo que, a esta realidad, la recorta, por inscribirse en ella en forma de significante.

La lectura de las primeras páginas de este escrito, me llevó a un grupo de estudio sobre el escrito de Lacan La dirección de la cura y los principios de su poder, del año 1958, del cual tengo algunas resonancias de aquella época y que encuentro ecos en este escrito publicado en los Otros escritos.
En La dirección de la cura Lacan desarma todo el andamiaje imaginario de la relación analítica que en la época de este texto estaba pensada como una relación interpersonal, que es la teoría de la contratransferencia. Consecuencia de pensar la relación analítica de ese modo es la impostura del analista sostenida en la idea de que en el análisis el yo debe desalojar al ello y Lacan dice que lo que debe ser desalojado es la impostura que siempre es atribuible al yo. Impostura que es un efecto de estructura, y como efecto de estructura alcanza tanto al paciente como al analista.
Entonces, si no se saca la relación analítica de esa relación dual se convierte al análisis en el ejercicio de un poder. La impotencia para sostener una práctica se reduce en la historia de los hombres al ejercicio de un poder.
Este no uso del poder que confiere la relación analítica será lo que dará lugar a la interpretación. Pero si la relación analítica está regulada por la relación interpersonal, lo que quedará aplastado es el lugar mismo de la interpretación, orientada a aquello que hay que apuntar en la dirección de la cura.
Y en el principio de un análisis aparecerá entonces la regla fundamental. Porque es por la regla fundamental en el principio, que se establecen las directrices que determinarán la dirección del análisis.
El problema es que la regla fundamental en sí misma no determina la dirección, porque la enunciación no sigue una línea de comunicación unívoca, en sus diversas formas, en sus diversas inflexiones, vehiculiza el deseo del analista como un operador necesario para la dirección de la cura.
O sea que si la regla fundamental aparece como directriz, en sus diversas enunciaciones vehiculiza el deseo del analista.

Sobre el final del cap. V de La dirección de la cura dice que hay que tomar el deseo a la letra, pero para tomar el deseo a la letra hay que poner en el horizonte analítico la cuestión del ser, desarrollada en el cap. IV "Cómo actuar con el propio ser". El título es engañoso porque nos vamos a encontrar que en lo relativo al ser, se trata de actuar con su falta en ser, no con su propio ser.
Entonces para que la palabra advenga interpretación, no es suficiente que haya alguien que lee, tiene que estar en juego la falta en ser del analista, un deseo que tiene que ver con la ignorancia. Las palabras entonces se transmutan en interpretaciones sólo cuando ha operado el deseo del analista, del que dice Lacan: "Todavía está por formularse una ética que ponga en la cúspide dicho deseo". Estamos en 1958.
Lacan menciona un artículo de Sacha Nacht, presidente de la Asociación Francesa de Psicoanálisis, en un libro que se llama El psicoanálisis hoy, donde Nacht dice que el analista cura menos por lo que dice y hace que por lo que es. Es decir, que en este lugar donde de lo que se trata es de palabras, lo que dice el analista no tiene importancia, sino lo importante es lo que el analista es y no lo que dice.
Esta cuestión de Nacht le parece importante, porque le permite pensar cual es la relación entre el ser, el decir y el hacer, por eso el capítulo, se llama cómo actuar con el propio ser.
Otra cuestión para subrayar es que para que la cura no se convierta en el ejercicio de un poder, el analista no tendrá que ejercer sus pasiones de analista, su pasión de ser y ahí entra en juego la ignorancia que es de donde se sostiene en este escrito el deseo del analista, que no es una ignorancia cualquiera, es una ignorancia situada en un saber.
Entonces Lacan dice que el analista no es un amo, o es un amo que no ejerce el poder que podría tener. J.-A Miller en Conferencias porteñas 2 señala que el texto más próximo a La dirección de la cura, es el Seminario 17 El reverso del psicoanálisis, porque logra esclarecer y simplificar estas cuestiones al oponer el discurso del amo y el discurso del analista, mostrando que la estructura del poder está presente en el psicoanálisis, resumido en dos lugares, el del esclavo y el del amo. El analista ocupa el lugar del amo y el paciente el lugar del esclavo. Pero el analista no ocupa el lugar amo en tanto que amo, y diferencia el lugar, del elemento que ocupa el lugar.
El analista ocupa el lugar del amo pero en tanto que objeto, desecho, y no es con la arbitrariedad del amo que se hace escuchar el analista. Él mismo es esclavo de la estructura, por eso llama al lugar del amo lugar del agente, es decir, una función en una estructura.
El escrito Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad muestra esa exigencia propia de la época de la ciencia de apuntar a un real más allá de la realidad misma como apariencia, en el cual Lacan critica la idea del conocimiento como medio para alcanzar ese real "por que lo psíquico no es en absoluto regla eficaz para operar sobre la realidad incluido lo que él es (lo psíquico) en tanto forma parte de ella."
La realidad y lo psíquico forman parte de la misma construcción. Podríamos decir la realidad psíquica.

Al poco tiempo de iniciado un análisis con un analista del campo freudiano, la sesión giraba en torno a distintas modalidades del significante bueno: de "lo bueno" a "¡qué bueno!", mi asentimiento a alguna de sus intervenciones era del tipo "Bueno". Una vez finalizada la sesión y al momento de pagar, el analista duplica los honorarios. Ante mi sorpresa agrega: "Y, si usted quiere ser tan bueno…".
Interpretación que sorprende y divide al sujeto provocando la emergencia de asociaciones que lo situarían en la relación que mantenía con el ideal.

Es el discurso el que crea una realidad y no a la inversa, y a partir de esto la realidad es comandada por el fantasma, por lo tanto no podríamos hacer un llamado a que el yo en su prueba de realidad se adapte a algo. Como lo dice el texto: "Si ustedes oyen hablar de la función de un yo autónomo, no se engañen: solo se refiere al del tipo de psicoanalista que los espera en la 5ª Avenida. Los adaptará a la realidad de su consultorio."
La esfera sin conflicto a la que apela la ego psychology entonces, no es otra cosa que tratar de suturar la división del sujeto con una nueva identificación propuesta por el analista, o en este caso para ser más exactos, "por las bondades de la persona del terapeuta."

Bibliografía

  • Lacan, J., Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012.
  • Lacan, J., Escritos 2, "La dirección de la cura y los principios de su poder", Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1984.
  • Miller, J.-A., Conferencias Porteñas Tomo 2, Paidós, Bs. As., 2010.
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